viernes, 30 de diciembre de 2011

La noche es oscura y fria y no cae ni un maldito copo de nieve en esta ciudad que pueda darle color al mundo. Sí, es navidad y en mi maldito humor de perros se nota. Ni una maldita luz y muchas risas. Sonrisas que no dejan de matar mi amor propio. Y es que sus ojos parecen clonarse porque todos se los han comprado. No sé ni lo que digo. Siento…, siento que me duele el pecho. Creo, creo que… que me duele el cuerpo entero. Sí, es eso. Sus ojos me siguen igual que su maldita sonrisa que se ríe de mí. Y me mareo. Pero no pienso caer. Soy fría, más que la nieve y el cristal. Dura como una piedra y lo aparento. Quiero silencio. Mejor así, puedo respirar aunque no aire… El tabaco de aquel hombre que sale del bar a fumar acaba de azotarme la cara. Vaya asco. Compras, y más compras. Bebidas y alcohol, mucho alcohol. Fiestas y música. Gente que se arregla y no piensa compartir su vida con alguien especial este año.

Llego a casa y ahí está él. Supongo que bebe como siempre, para qué cambiar… Parece que ha cambiado su cerveza por una copa de whisky solo. Por supuesto, es navidad. Me espera como siempre, ahora parece más animado, parece que se ha calmado, que me quiere. Sus ojos brillan como a mí me gusta. Está guapo. Los gritos de antes no irían en serio o, simplemente, ya se le ha pasado todo. Sí, es eso, me ha comprado una rosa… Tonto. Sabe de más que me encanta pero que no soporto sus gritos subidos de tono… Pero es que me sonríe y me puede. Me tiene en sus manos. Me abraza y me susurra que me quiere… Me sienta en la mesa se arrodilla y se disculpa… Feliz navidad, te quiero.- añade. Sonríe y me deslumbra… Sí, feliz navidad y quiéreme. Quiero que me quiera, que se pierda en mi pelo y mi piel… Que me quiera.

~ Anabel Vaz. ~

jueves, 10 de noviembre de 2011

¿Quién si no?

Tú. Yo. El cielo. La tierra. Tú que eres mi cielo y mi tierra; como un yo enfático y con fuerza. Tú, como la ola que me arrastra con la marea, como la cadena que me obliga a no moverme. Tú, como la oscuridad de mis párpados cerrados, siempre estás ahí... Y como el pájaro que cada día me asusta volando cerca apareces en mi mente. Y sigues siendo tú quien se apodera de mi cuerpo, quien construye mi universo y crea sobre la nada. Sigues siendo tú el que desde dentro pude ver el exterior, el que, una vez encerrado, consigue salir y aislarse.


Tú, quiero que seas mio, que me aísles contigo. Quiero que seas mi escondite.
Bésame y abstráeme del mundo.
~ Anabel Vaz. ~

lunes, 17 de octubre de 2011

¿Qué ves?

Sigues siendo igual de gusano que siempre. Supongo que, como las personas, los gusanos nunca cambian... Abusas de mí como te place y no entiendes que de manzana tengo poco porque mi madurez llegó a destiempo y la acidez  brota desde dentro. Mi tono rojizo nada tiene que ver con sonrojarse, ni mucho menos, porque resulta inquietante saber que vivo enfadada con el tiempo. Maldigo el momento en el que se pudo medir y que la gente la liara tratando de medir lo inmedible. La locura y los sentimientos, una foto en blanco y negro, ¿qué ves? Pues veo una atmósfera sin aire que no lucha ni por salir a flote sobre el papel, que sin vida no puede tener vida y que si es una mancha, no puede salir de ahí... Gradúo la vista desde entonces sin saber muy bien qué buscar y evitando a toda costa a los gusanos que, como los de arriba, tienen complejo de bacterias que viven a partir de la manzana. Porque que mi grado de locura sea elevado, según los médicos-enseñamanchas, no lo tengo tan claro como ellos.


~ Anabel Vaz. ~

CC.

Ciencias. Las ciencias me persiguen y se me nubla la vista con tantos números y letras malditas. Medidas, cálculos y pruebas… Ejercicios y definiciones perfectamente globales que pocas veces se pueden sintetizar… No lo quiero, no quiero perfección, ni muchos menos. Quiero que mi sana locura, esa que escasamente puede tocarse porque huye de algún modo, sin motivo alguno, sea una ciencia experimental con un significado totalmente opuesto al de ciencia.

Volar sin cálculos, elevar los brazos y sentir el aire contra el pecho… Deslizarse entre las sábanas frías y sentir el mar. Olvidar con ayuda del mini-bar… Dejar de sentir los tacones y seguir bailando durante horas. Dejar de lado el amor y el desamor. Tachar de mi lista su canción and forget each lyrics. Fingir que me gusta tenerte cerca… Reconocer su aroma entre miles porque te define. Ser exactamente lo contrario a lo que debería ser. Dejar de predecir e ir a lo loco sin conocimiento… Perder las cosas y desviarme del camino. Gritar entre los árboles y escuchar eco. No quiero una vida jodidamente perfecta, me aburre hasta pensarlo.

~ Anabel Vaz. ~

sábado, 15 de octubre de 2011

No quiero volver a verte. Y es que me parece de lo peor que seas de hielo cuando te miro y me evitascuando te saludo y me ignoras…, porque al fin y al cabo el que se olvidó de mi nombre fuiste tú. Y estoy segura, no, segurísima, de que mi cara no la olvidaste porque aunque vayas de la mano de aquel “ángel diabólico" con sonrisa de niña, en tus ojos veo la imagen de mi cara de fondo despeinada y sin ropa, como te gustaba, estrujada entre tu cuerpo y la almohada. Con el vaho de tu boca en mi frente.


No volveré a repetir tu nombre en mi mente, ni en sueños, ni en mi canción favorita... Lo prometo.

~ Anabel Vaz. ~

viernes, 14 de octubre de 2011

No rules.

La música es una de mis fieles amigas. Siempre tengo alguna de esas canciones que vienen que ni pintadas con mi día a día... Sin embargo, mi lista negra parece aumentar por minuto. Las letras acuchillan mi espíritu, normalmente, luchador. Y ya casi no me quedan ganas de conocer nuevas estrofas y letras que fluyen aleatoriamente. 


Silencio, suena la música con un nuevo ritmo. Voces, cero. Y allí estoy yo, al fondo de la pista, sola, sin la necesidad de compañía. Me quiero perder durante horas, desconocerme a mí misma. Ni siquiera sé cómo hacerlo. Lose control there, where anybody could see me, there in that fucking place. 


Feelling ONLY my body and drinking anything. Cariño, olvida mi cara y mi cuerpo porque el cava lo tengo guardado para cuando te vayas.
~ Anabel Vaz. ~

sábado, 8 de octubre de 2011

Como agua.

Me bastan dos palabras. No me importa que sean ocho o cinco letras, si cierro los ojos, me basta. Más allá, a lo lejos, me basta con verte de espaldas; si me esperas, o no, no me importa siempre y cuando no te me pierdas. Me basta con que me mires; y no me importa si sonríes o me gruñes, si me giras la cabeza o me besas. Me basta con pensar que me aprecias y que si me desprecias es culpa de tu bipolaridad, y no me importa que lo niegues porque me encanta soñar.

Suponiendo sobre lo que ya supuse, me gusta no saber nada de ti durante días, que desaparezcas y aparezcas vacilón. Supongo que sigo siendo masoca. Supongo que quieres tenerme cerca en la oscuridad de tu cuarto porque te cohibes y sigo suponiendo que me das la espalda porque te sonrojas y tu faceta de machito te puede. Supongo que cuando me mientes y te vas con otra es porque..., no sé, supongo que tiene explicación.

Me gusta saber que tus labios besan con esmero y que tus ojos son sinceros. Me gusta que huelas a colonia y que niegues usarla; que grites y te aclares la voz. Me gusta saber que eres fuerte y que nunca lloras, que sabes olvidarte de mí cuando quieres, que no me necesitas. Me gusta no saber a penas nada de tu vida. Pero ahora quiero olvidarte, dejar de pensarte, que te esfumes mientras fumo; que mi humo te consuma. Quiero no quererte y dejar de escuchar tu voz.

~ Anabel Vaz. ~

sábado, 10 de septiembre de 2011

Metros cuadrados.

Aire fresco y aromas nuevos. El otoño está a la vuelta de la esquina y ya se hace notar. Las calles empiezan a vaciarse y, sin embargo, ahí está él, de nuevo, como cada día, en la parada del bus de las 9:00.


Hoy sus ojos parecen más despiertos que ayer, se nota que el fresco de anoche dejó que descansara. Su sonrisa adorna su cara morena y realmente parece estar feliz, no sé, ha cambiado sus típicas camisas oscuras por un polito celeste que le viene que ni pintado con sus ojos. Y ahí, sentado de espaldas a la carretera, mientras la brisa despeina suavemente su pelo rubio, escucha la música de su ipod. 


No le conozco de nada, pero me llama muchísimo la atención y con sólo observarle de lejos me hace sentir como si le conociese. Sigo acercándome a la parada y, a unos 10 metros de él, capta mi presencia y me invita a sentarme junto a él. Llega el bus, nos volvemos a sentar juntos y, aún así, seguimos sin entablar una conversación. Las sonrisas son nuestras palabras al parecer, lo que me hace sentir un poco más incómoda de lo normal. El trayecto prosiguió en silencio y, así, su ipod y, sobre todo, nuestras sonrisas nos acompañaban. A pesar de todo, el trayecto me resultó mucho más corto que de costumbre para mi desgracia, este nuevo conductor parece no temer la velocidad. 


Finalmente, llegamos a nuestro destino, nos levantamos y seguimos como si nada hacia la salida. Sin embargo, esta vez, el chico agarró mi mano cuando a penas quedaban unos metros para despedirnos, tiró de mí y me arrastró a los baños más cercanos. Casi no intercambiamos palabra y ya lo tenía tan cerca que pude distinguir cada precioso poro de su cara. No se atrevió a decirme más que su nombre: Alex, y empezó a besarme. La verdad, no intenté ni quitarme, llevaba tanto tiempo soñando con él que ni siquiera me importó saber sólo su nombre. Así que, allí, en un metro y poco de metros cuadrados, comenzó, o eso creo, algo que, espero, no se quede sólo allí.
~ Anabel Vaz. ~

lunes, 5 de septiembre de 2011

#

La vida, para muchos, es entendida como la acción de un ser sobre la Tierra; en la cuál el cuerpo adquiere funciones y objetivos que ha de realizar.
Para otras personas, la vida es el mejor regalo que le pudieron dar y son realmente felices con la vida que llevan aunque ni siquiera sepan qué es su vida ni para qué viven.
Muchos otros, sin embargo, piensan que la vida es la maldita cárcel que nos obliga a hacer las cosas que menos nos gustan y se nos apetece hacer; es la prisión de nuestras ideas, sueños e ilusiones; el impedimento a poder volar, saber lo que nadie sabe y aspirar a lo que, en vida, nunca conseguiremos y, sin embargo, es lo único en lo que podemos pensar. Suena triste pero, ¿quién nos puede decir si es o no verdad?
En nuestras vidas existen miles de ilusiones e infinitos deseos a los que aspiramos. Mil y un objetivos que te propones y de los cuales sólo conseguirás hacer un tercio o, incluso, muchos menos antes de morir.
Imagina ahora lo que sería una vida sin cuerpo, sólo alma: la vida se basaría en puras ideas y pensamientos, libertad y abstracción. Una vida diferente: sin complicaciones, transparente en su totalidad, inmaterial, eterna; una vida en la que los objetivos se conseguirían por mucho que tardes en realizarlos porque: esta vida no acaba. Aquí podríamos huir de todo lo que no nos gusta; ni siquiera tendríamos que sufrir. El amor, el odio, la guerra, los conflictos…, quizás, nada de esto existiera, pero: ¿a caso no sería todo un lujo este estilo de vida? ¿No sería perfecto olvidarse de todo lo que no nos gusta y nos hace daño?
Por desgracia, de esto nada se sabe con seguridad. Son puras creencias que para muchos lo es todo y para otros, por el contrario, nada. Por lo menos, con algo se puede seguir soñando, pero ojo: quizás nunca se haga realidad. Ahí queda la duda y podemos arriesgar a soñar con ello o no, con o sin las consecuencias que traiga consigo.

~ Anabel Vaz. ~

domingo, 4 de septiembre de 2011

Vuelve, amor.

Me gusta sentir el roce de las yemas de sus dedos con las mías y sentir las cincuenta y tantas sensaciones que puedo contar siempre que lo hace. Me gusta soñar despierta mientras me acaricia la cara y pensar, entonces, que podría durar para siempre. Echo de menos un poco de todo lo que me da mientras me mira al reír y siento que la locura que algún día creí perder sigue conmigo. Me gusta seguir sintiéndole y que me ponga el vello de punta a pesar de que lleve horas haciéndome sentir. Siento..., siento que mi mundo vuelve a estar escalonado, no sé, mis metas vuelven a ser visibles y vuelvo a tener las cosas claras sin dejar de volar libremente. Sencillamente, poco a poco consigo entusiasmarme.


Besa, siempre besa y me consigue. Me arruina los enfados más fuertes y me derrite. Habla, siempre habla y me comprende, se enfada pero nunca deja de hablarme. Y cuando ríe, cuando ríe, mi risa se agudiza y se vuelve tonta, como mi cara cuando le miro y suspiro. Y si me mira con ternura, entonces, me quemo... Parece que poco a poco se mete un poco más dentro de mí. Y, justo ahora que no le tengo aquí conmigo, sigo pensando en tenerle. Mis manos juegan con la nada y tocan su piel fantasma mientras mi memoria inicia un extraño cuento en el que ambos, poco a poco, comenzamos a fundirnos. Mis labios besan, hablan por sí solos sin apenas abrirse y saborean su aliento. Mis manos siguen soñando estar sobre su cuerpo, subiendo y bajando, sintiendo su piel, sintiéndole a él. Y así, entre su perfume, su pelo y su espalda, sus piernas y sus brazos; me escondo del mundo con él.


~ Anabel Vaz. ~

miércoles, 10 de agosto de 2011

Noches vacías.

Las mañanas me desesperan. Odio levantarme en lo mejor del sueño o despertarme sin tenerle a mi lado. Hace ya tiempo que no sueño, tampoco descanso y, quizás, el motivo de esto sea que el lado derecho de mi cama se encuentra vacío en su ausencia. Y es que en verano mis noches están lejos de lo cotidiano porque si no es él quien las cambia y anima, cometo locuras de esas que diferencian una vida normal de una vida "diferente", como yo suelo llamarla. 
De todos modos, últimamente tengo algunas nuevas "manías" a la hora de dormir, y lo pongo entre comillas porque hay quién las ve normal. Cuando llego a casa, tiro mi ropa de mala forma y amontonada como si él hubiese estado allí jugando a lanzarla y apelotonarla desde lejos en el rincón de mi habitación mientras me desviste; me tapo medio cuerpo con las sábanas y tiro de ella como si ambos luchásemos por ella. Además, duermo con la ventana abierta y dejo que el viento balancee las cortinas que, con delicadeza, acarician mi espalda casi como él y su respiración pausada. Suelo tocarme el pelo, también, aunque lo odio, porque él tiene la manía de enredar sus manos en mi pelo alborotado normalmente por sus besos. Y, aún así, lo que peor llevo es abrir los ojos y perderle de vista. Supongo que a una nunca le agrada no verle dormir o que no la despierten a besos, como de costumbre.
Pero me pierdo, me pierdo sin su voz y su mirada, sin sus manos y su boca, sin su cuerpo y sus caricias... Definitivamente, le echo de menos a cada momento, de noche y de día. Le quiero aquí y ahora, dormido y despierto, hablando y callado, acariciándome y picándome, amándome y odiándome. Sí, cariño, ven conmigo, quiéreme y vuelve que mi cama te echa de menos, que sin ti las noches son frías y cotidianas. Vuelve que yo te echo de menos y te espero.


~ Anabel Vaz. ~

sábado, 16 de julio de 2011

Supongo que el mundo a las cuatro de la mañana no está parado aunque lo parezca porque el reloj que cuelga de la pared me acompaña con un tic-tac sonoro y con ritmo. Supongo, también, que, a pesar de la oscuridad del cielo, las estrellas existen. Si embargo, tus ojos no quedan más que reflejados en una foto que apenas se ve con claridad, tus manos ya no son notables, no las siento, como tampoco siento tu amor. Ya mi ropa no huele y mi nariz no te recuerda... Por otro lado, mi mente sitúa tus manos sobre mí con suavidad provocando, prácticamente, lo mismo que tu presencia me producía. Casi puedo palpar tu rostro entre mis manos como solía hacer y sentir tus labios húmedos. 


Quiero que te vayas lejos, muy lejos, vete. Necesito no verte la cara nunca más. No quiero sentir nada de ti, ni siquiera quiero odiarte. La indiferencia tampoco me basta porque no quiero percibirte, quiero que no existas en mí. Comprende que huiré y evitaré tu presencia a toda costa, que tu mirada me repugna y que si me tocas tendré la necesidad de limpiar a fondo mi piel por si me contagias con cualquier cosa que tengas. No quiero recuerdos que estorben.


Aún no entiendo porqué te fuiste sin avisar ni cómo tuviste la cara de destrozarme para intentar volver una semana después de haber hecho un poco de todo... No sé, supongo que te sobre-valoraba, en fin, "cariño" ojalá la vida te pague con otra moneda. Olvida mi cara, mi risa, mi sonrisa, mi voz y mis manos, olvida que existo y que nací un día. Mi existencia acabó con tu fuga y, por tanto, para ti nunca fui nada. Hoy por hoy confirmo que jamás te conocí.


~ Anabel Vaz. ~

miércoles, 13 de julio de 2011

El pasado, pasado está.

Mientras los rayos solares abrasan notablemente mi piel y declaran la guerra a mi cuerpo dotado de pocas defensas, mi cuerpo recuerda su peso sobre mí y, aunque doliese a veces, he de decir que sentir sus huesos clavándose en mi piel me hacían sentir bien. Poco a poco, no sólo porque el calor calara en mi piel, acariciaban mi cuerpo pequeñas gotas de sudor que me hacían brillar al sol. Su cuerpo calaba dentro, muy dentro de mí; y su sonrisa hería aún más las llagas de mi alma. Mi confianza era nula en el amor y, cuando pensaba en ello, temía, aún más, sentir algo parecido a lo que sentí y que pudiese traerlo de nuevo. Pero ni por esas consigo huir del maldito mundo que nos une. Poco a poco mi cabeza vuelve a traicionarme creyendo en algo que no sé por dónde coger, que me queda grande. 

Pero me gusta. Me gusta él, sentirle cerca, muy cerca. Me gusta sentirle al tacto, saborearlo y que me estruje en el suelo con su peso. Me gusta su olor y que me atraiga, que me roce con su dedos y se ría. En fin, parece que el amor es un laberinto de esos que, en realidad, no tienen salida. Y me pierdo. Me pierde él y el pasado es sólo eso, pasado. ¿Lo mejor que me ha pasado? Pues eso, que el presente lo comparto. Así pues, la cosa se queda así: Pasado, eres lo mejor que me ha pasado.

~ Anabel Vaz. ~

miércoles, 29 de junio de 2011

I wanna have...

Hoy no quiero hacer nada. Sólo quiero derrochar horas mirando el cielo que sostengo con mis pies en alto y gozar de la arena caliente que soporta mi peso en carga. Quiero escuchar las risas y alejarme un poco del llanto y las lágrimas. Quiero correr, disfrutar y conocer un poco lo que es sentirse libre como el viento, dejar que el aire me despeine y mojarme con agua congelada. Quiero velocidad y volver a despeinarme; reír y seguir despeinándome; besar y despeinarme… Quiero tener agujetas de reírme en la cara y no borrar mi sonrisa por nada. Quiero sentir, bailar y cantar, volverme loca y abrazar al mundo, saltar y tocar el cielo, jugármela y ganar, perder los estribos y morderle los labios. Quiero nadar, perderme, gritar, andar sola, observar, oler flores… Quiero ponerme el vestido más veraniego que tengo en el armario y vivir a mi aire, no sé, creo que hoy, mañana, y lo que queda de verano, será a mi aire y lo pienso compartir.


~ Anabel Vaz. ~

martes, 28 de junio de 2011

Pequeñas cosas.

Normalmente, el miedo nunca se apodera de mí. Mi madre suele compararme con algo parecido al hormigón y a la piedra dura sin sentimientos. Supongo que esa es la imagen que doy puesto que poca gente opina diferente a ella respecto a mí. Pero no me importa, porque si lloro en la ducha es porque no quiero ni sentir las lágrimas caer por mi cara; si lloro en la cama es porque no quiero ni verme en ese momento la cara; y si doy esa imagen, es porque no quiero aparentar lo contrario... Y bueno, suelo ser fuerte y cumplo, generalmente, eso de "no derrumbarse ante la adversidad" pero, he de decir, que no me gusta parecer una de esas personas sin alma que sólo ocupan un poco de espacio material. En el fondo tengo algo que late con fuerza, aunque no se oiga. Pero no voy a mentir, según algunas de las cosas que hago y digo, suelo pensar en esto, no sé, realmente, parece que no soy de carne.

En esos momentos en los que cuestiono la existencia de un poco de sentimentalismo en mí, pienso en sus besos y en la cantidad de lágrimas que malgasté en su día. Recuerdo cómo aspiraba su aroma para evitar que se me olvidara o cómo lamía su boca con tal de que se riera con esa cara de asco que ponía seguidamente... Y es que quizás sea eso lo que me falta, un poco de aquello que alejé de mi vida, tampoco estoy segura de decirlo así, de vez en cuando, no pienso que lo "alejé", simplemente pienso que derroché tanto mis ganas de sentir, que se agotaron hasta mis reservas... Pero bueno, sigo viviendo, por tanto, concluyo que, al menos, alma tengo. Y, respecto al corazón, con sentir que late, sinceramente, me basta porque aún, cuando me acerco al chico que ahora me gusta, noto como se acelera a ratos y, aunque mis lágrimas parezcan inexistentes, puedo calificar su presencia y sus besos instintivamente como lo hacía antes, no sé si me explico, pero tampoco pretendo explicarme mejor.

Tirando un poco del tema, no suelo afirmar la existencia del amor, supongo que, a base de palos no sólo se aprende sino que también se abren los ojos y, eso, es lo que me pasó a mí. Pero, en mi caso, soy de las que tiene que tropezar varias veces en la misma piedra para eso o, al menos, esa es la sensación que me da a mí, y, por eso, continúo a ciegas buscando el amor en el que creía y que ahora doy por perdido bajo el letrero de "poca fe". Y, a pesar de todo, soy de las que le gusta ir de la mano de alguien y no mirar más allá de lo que los pies de ambos pisan; soy de esas que si le quitan un mechón de pelo de la cara con cuidado, sonríe de oreja a oreja y se sonroja; de las que, con las manos entrelazadas, un pequeño apretón con caricias puede significar mucho; de las que opina que, de vez en cuando, un mirada lo dice todo; y, sobre todo, de las que creen, a ciegas, contra la lógica y sin querer, en que la música de las películas pueden sonar dentro de nosotros... Aunque claro, eso lo dejo junto a la pequeña fe que aún me queda entre tantas palabras.

~ Anabel Vaz. ~

viernes, 17 de junio de 2011

Playa y amor.


Me encantaba el verano. El sol siempre nos iluminaba en el camino y nuestros besos se hacían aún más calientes… Normalmente, nos metíamos en el agua como locos y allí nos abrazábamos durante un buen rato. Yo cerraba los ojos, me enmudecía y olía su colonia camuflada bajo el leve paño de la brisa marina. Él y yo, el resto del mundo no existía. De vez en cuando, recorría su cuello con besos salados, otras veces, le besaba directamente en la boca; pero lo que más me gustaba era, cuando su respiración era pausada, alejarme de él con un empujón e intentar darle una ahogadilla. Siempre me cogía con fuerza y me zambullía en el agua como un loco mientras nos reíamos y, si me mosqueaba porque se pasaba de fuerza o algo por el estilo, me cogía de las manos, de la cintura y poco a poco me metía en el agua inclinándome hacia atrás para darme un beso de esos de película bajo el agua. Y bueno, allí, bajo el agua, jugaban nuestras manos y piernas… Me encantaba cuando cogía todas las algas posibles y me las acercaba a la cara porque me daban asco, no sé, supongo que como luego las tiraba lejos y me daba un beso diciéndome lo graciosa que me ponía, no me enfadaba demasiado.

En seco, me gustaba tomar el sol a su lado. Volvía a cerrar los ojos y dejaba que el ambiente me llenara. Si estaba aburrido siempre me hacía cosquillas por el brazo o me besaba sin desenfreno; si estaba haciendo algo, que normalmente leía, me encantaba escuchar cómo pasaba las hojas con delicadeza o, cuando por el calor, no dejaba de moverse y cambiar de postura. Adoraba cuando me daba crema por la espalda y, al terminar, me besaba en el hombro, también cuándo se lanzaba sobre mí y no dejaba de hacerme cosquillas o, cuando sin más, me cogía en peso y me llevaba al agua a la fuerza para bañarnos… Me encantaba pasear de su mano por la orilla, tocarle los pelos mojados, besarle y que fuese salado, comer de su helado, dibujar paisajes mientras me acariciaba…

Por la noche, solíamos mirar las estrellas con un poco de la música que tenía en el móvil, nos besábamos en la orilla del mar y hablábamos sobre cualquier tema. De vez en cuando, hacíamos locuras y nos bañábamos a oscuras, incluso, nos perdíamos en el bosque si nos cansábamos del mar. Algún que otro día, solía venir con un ramo de flores que acababa de coger, las mojaba un poco por los pétalos y me las daba con una sonrisa radiante. También nos íbamos de fiesta y bailábamos sin parar, muy cerca, mucho más cerca de lo que algún día puede imaginar, y si nos íbamos solos, lejos del mundo, me llevaba al lugar más solitario y bonito, donde las damas de noche y su aroma eran los únicos que nos veían, y, entre las pequeñas flores, enredaba sus manos en mi pelo mientras me besaba y acariciaba gran parte de mi cuerpo.

Y así, mi definición de verano cambió radicalmente con él, no sé, en cierto modo, me encantaba perder el tiempo entre sus brazos… En fin, me gustaba el verano, me sigue gustando. Me gusta él (tú, concretamente, si lo estás leyendo y te das por aludido), el mar, el agua, la sal, los helados y los besos bajo las estrellas. Te quiero a ti, y un verano que nos acompañe. Tú, yo, y resto, del mundo, que se detenga.

~ Anabel Vaz. ~

lunes, 6 de junio de 2011

De corazón a corazón.


Siempre escribo las cosas para que no se me olviden. Tengo mala memoria. Sin embargo, las cosas que quiero hacer saber siempre las digo a la cara porque me parece que hacer frente a lo que puedan causar tus palabras es algo que necesariamente ha de hacerse. Pero hoy, como me conozco, uso el papel no para dibujar, ni crear belleza. Hoy, el destino de este papel digital es mero desahogo. Hace ya años que no lloro y eso me rompe por dentro. Lloré de tal forma, desesperada, con agonía, que mis lágrimas dejaron de existir. Mis ojos son el puro desierto. La desertización se apoderó de ellos y, supongo que como consecuencia, mis labios quedaron secos. Pocas veces sonrío porque las grietas que tengo en los labios sangran sin control y, la verdad, es una sensación bastante… ¿cómo decirlo? ¿Dura? No importa, ustedes sabréis de qué calificarlo.

Fueron sus ojos los que, con su mirada de desprecio, rompieron en mil pedazos mi  vida. Traté durante meses  reconstruir cada latido de mi corazón pero me di por vencida cuando, quizás por un golpe de suerte, conseguí ver que mis intentos serían erróneos si, antes, no borraba aquel momento de mi mente. Obviamente, empecé de cero, pero su rostro lo tenía grabado a fuego en mi esencia. Y, así, como si de un trocito de papel se tratase, un soplo de viento se llevó mi corazón lejos. No sé cómo pudo, la verdad, porque estaba destrozado completamente y, con la cantidad de agujeros que tenía, es ilógico que pudiese ser arrastrado por el viento. Pero bueno, nada es imposible pero sí improbable y sólo eso es suficiente para que algo suceda.

Y es que es increíble como a veces cerramos los ojos esperando no ver nada. Es increíble cómo, es cuestión de segundos, pasan miles de imágenes por tu cabeza cuando piensas en lo que es felicidad dándole el significado que para cada uno sea. Y es que a mí son las pequeñas cosas las que me alegran cada día. Esas pequeñas cosas que día a día me hacen sentir mil sensaciones de las que no me canso. Pequeñas cosas, a veces, insignificantes que parecen ser invisibles para cualquiera y que para mí forman un todo. Su sonrisa de tonto, su risa, sus ojos, la manera en la que respira… Todo en su conjunto forma la más perfecta obra… No sé, supongo que el viento volvió a traerme el corazón con él. Quién sabe, quizás él lo haya buscado y me lo ha traído de vuelta. Me siento… feliz. Así es, sí, feliz.

- ¿Me quieres?
- Te quiero. – Responde siempre con aire, al menos, de sinceridad, de corazón. Y me lo creo. 


~ Anabel Vaz. ~

lunes, 30 de mayo de 2011

Páginas de un diario roto.

Siempre he sido de las que aguantaba todo lo que pasara, pero ahora parece que reviento con nada. Ya no aguanto mirarlo de lejos y quedarme callada sin decir nada. Supongo que este verano me ha cambiado un poco la mentalidad (espero que para bien). Asique, si lo veo y me apetece decirle algo, se lo suelto sin más. Y si después de decírselo me apetece irme, me voy. Y si no, pues me quedo esperando una respuesta, cualquiera. Creo que incluso voy a cambiar este pequeño diario por otro, no sé, quizás más duro…, no sé ni siquiera lo que eso significa ni si es eso lo que quiero, pero si se me ha venido a la cabeza será por algo, ¿no? Sí, será una buena idea. De todos modos, este lo terminaré dejando alguna señal que deje constancia de esta nueva vida.

En fin, he de decir que esta no será mi última página del diario pues quiero que esa tenga un contenido especial. No sé de qué tipo, pero con contenido, algo diferente, con magia y locura. Ya sabré cuál será en el momento adecuado. Antes de verano, solía callarme las cosas, ir con la cabeza agacha y, en cierto modo, sin disfrutar de nada porque sólo me centraba en todo lo que me había hecho sufrir y, como consecuencia, hacía que ese sufrimiento siguiera en mí, hiriéndome poco a poco, viviendo. Sin embargo, no entiendo aún muy bien cómo sucedió, de la noche a la mañana, algo apareció de frente. Comencé haciendo todo lo que me apetecía en cada momento. Si quería correr durante horas, corría sin pausa y me perdía. Si quería salir sola y bañarme de madrugada en el mar oscuro, lo hacía. Si quería tirarme la noche observando las estrellas en luna nueva…, lo hacía.

Pero bueno, de mis historias favoritas y buscando entre el gran baúl de recuerdos que arrastro, destaca de este verano las locuras compartidas. Ella y yo. Locas sin sentido, fiesteras locas que solas se bastaban. Tardes de risas interminables, noches de bailes por las calles, cánticos al son del mar, estrellas y sol. Hablábamos con el mar, nos despedimos del sol una tarde danzando en el agua e, incluso, nos estancamos en una isla porque sí. Bueno, el “porque sí” mejor entre comillas, porque nos fuimos con unos desconocidos en sus canoas a la otra isla y allí nos dejaron tiradas… En fin, aunque no lo parezca, fue una sensación que volvería a repetir. Al igual que aquella noche en la que saludábamos a cada coche o moto conducida por algún chico joven que nos siguiera el rollo hasta que, para nuestra sorpresa, los chicos de un coche nos esperaron en el coche al final de la calle. Miedo, eso sentimos. En cuestión de segundos una ola de frio nos recorrió la espalda y, por acto reflejo, nos cogimos de la mano esperando a que no nos dijeran ni hicieran nada. Pero no sólo cometimos locuras de esas que, desde otro punto de vista, pueden parecer peligrosas. Nos encerrábamos casi diariamente en cualquier sitio con música a tope y bailábamos sin parar durante horas. Lo tomábamos como calentamiento para la noche. Sí, realmente, nuestra locura era sana y, en mi opinión, siempre vivió en nosotras. Sólo tuvo que salir.

Bueno, esto resume muy por encima lo que juntas formábamos y creábamos en cualquier ambiente. Íbamos sin miedo y con una sonrisa en la boca que, de vez en cuando, se enternecía si nos cruzábamos con alguien importante… Ya sabes a lo que me refiero. En fin, verano llega pronto porque mi nueva vida lleva poco tiempo viviendo y quiero seguir viviéndola como entonces, en su compañía. Sol, playa, llantos con risas, amigos, muchas playa y, sobre todo, muchas de nuestras locuras. Y con respecto a lo que queda por venir, seguiré actuando como durante este verano. Necesito una llama que arda y traiga un poco de eso que he vivido.
 
~ Anabel Vaz. ~

domingo, 22 de mayo de 2011

En sus ojos estaba todo.

Pocas veces se miraba al espejo así. Las lágrimas la hacía aún más fea a sus ojos, pero, aunque le doliese verse así, le daba algo de morbo mirarse. Era un poco masoquista. Pero bueno, sin ella saberlo, comenzó a darse cuenta de que también había algo bonito en ella. Las cicatrices que tenía en la cara le daban un aspecto que, sinceramente, daba miedo. Pero sus ojos…, sus ojos eran una de esas maravillas del mundo. El cielo podía verse en sus ojos secos de lágrimas y, cuando estaban húmedos, eran reflejo del mar. Podía traspasarte con ellos y hacerte sentir cada una de sus señales, podía, incluso, hacerte sentir en las nubes si te miraba con ojos alegres y, si la veías llorar, si veías cómo una de su lágrimas caía por una de sus mejillas cicatrizadas, entonces, te hacía sentir su dolor.

Ella era de esas personas que no daba gusto mirar a la cara porque, en cierto modo, desagradaba. Pero, sin embargo, si sólo te fijabas en sus ojos claros con pestañas enormes, te podías quedar horas observando sus pupilas. Sintiendo todo lo que te transmitía desde ellos. Daba gusto tropezar con sus ojos entre tantos ojos vacíos. Definitivamente, sus ojos enamoraban.
 ~Anabel Vaz. ~

jueves, 19 de mayo de 2011

Tengo.

Tengo mil recuerdos en mente.
Tengo mil canciones que cantarte
y una historia de la que hablarte.
Tengo mil defectos que me definen
y un poco de todo menos de lo que quieres.
Tengo, además, mil locuras por denlante
de esas que nunca apreciaste.
Sí, creo que soy de esas de las que nunca hablaste.
Sí, creo que soy eso en lo que nunca te fijaste.

 Y mírame ahora de lejos, de cerca, de frente o de lado, pero mírame como nunca antes lo hiciste porque quiero inculcarte todo eso que nunca has querido. Pienso contaminarte con todo lo que odiaste y me define.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Su, de él.


Creo que estoy un poco indecisa. Bueno, mentira, me hacen estar así. Odiaba su sonrisa, me parecía poco sincera y, sobre todo, nada natural. Sin embargo, adoraba la cara de pillo que tenía en cada momento. Por otra parte, odiaba como me hacía sentir de tonta cuando estaba a su lado y tenía que aguantar sus bromas pesadas. Sin embargo, adoraba cuando se ponía sentimental, quizás de una forma muy teatrera, me miraba con sus pequeños ojos, y me decía que no me mosqueara, que, en cierto modo, me quería. Y me lo creía, bueno, y me lo sigo creyendo porque tantos años de amistad no me sirven más que para seguir aguantándolo. También odiaba cómo miraba al resto del mundo, no sé, supongo que los celos me hacían ver lo que no era o, quizás, me hacían ver lo que no quería ver. En fin, ante esto, sólo podía adorar cómo me miraba de lejos en las clases y se reía levemente. De vez en cuando, hasta me enviaba alguna notita tonta llena de corazones y, esto, esto sí que lo odiaba. Lo odiaba porque algo me comía por dentro. Las ganas de arrancarle el amor que nunca quiso regalar, ni siquiera compartir, y que yo sabía bien el porqué.

Pero bueno, no sólo esto me llena de indecisión. Su actitud es algo que últimamente me puede. Es que, quizás la inmadurez le pueda, o, posiblemente, sea ese miedo que tiene a las tías. Pero me parece un tanto ilógico que desconfíe de mí, al fin y al cabo, me conoce bien, soy su amiga. Aunque claro, también puede ser esto lo que le eche atrás… No sé, hay mil cosas que me vienen a la cabeza y, sinceramente, no quiero creer en nada que no me diga él.

Ayer, como suelo hacer con normalidad, lo llamé y nos tiramos cerca de una hora hablando de todo menos de lo que realmente me importaba. Pero supongo que para eso están las “amigas”, ¿no? En fin, me muero por decirle ya algo para que le quede claro de forma que no pueda evadir nada. Ya sé que sabe que me gusta, pero estoy segura de que no sabe y, aún menos, se imagina cuánto.

Me está volviendo loca. Bueno, miento, loca ya estaba, simplemente, me está poniendo peor. Me molesta que me deje así, oliendo de cerca su veneno que me tienta y que, encima, no me deje probar. Soy realmente cabezota, lo que no puedo coger es siempre lo que quiero y si ya, que de por sí soy débil, hay algo tentador, que me gusta, y no puedo conseguir, entonces, ardo por dentro por conseguirlo. Definitivamente, esto es peor que beber de su veneno, quizás no, pero necesito un sorbito de él. Sí, eso es, quiero ser la única que le cambie el ánimo a bien, la que tenga en su cabeza a cada momento. Quiero ser la del nombre que se le escapa, la que le quite el sueño o la que, por el contrario, le haga soñar bonito. Sí, quiero ser esa que pueda robarle un trocito de sus labios acompañado de unos pequeños besos y un leve sabor a él.

~ Anabel Vaz. ~

lunes, 16 de mayo de 2011

Drugs.

Las caladas al cigarro cesaron hace años. Aquel suspiro que aliviaba cada tormento de mi vida, en realidad, no hacía más que ahogarme con su nicotina. Y se acababa. Odiaba cómo nunca conseguí dejar de quemarme el labio con el último suspiro de alquitrán. Todos decían que era torpe, pero, digan lo que digan, estaba claro que nadie me enseñó a no hacerlo, así que, tendría su truco.

El tabaco era otra forma de vida, no me apetecía nada olerlo, tampoco cómo me hacía sentir de llena por dentro, pero, aun así, le daba caladas al cigarro obsesionada con darle fin. Después, todos me decían que quedaba bien en mi mano y, en cierto modo, me halagaba esa gilipollez. Y seguía con la droga más deseosa y odiada, a la vez, pegada en mis dedos. Y, la verdad, me dio la picada de dejarlo cuando decidí cambiar de aires. Huí de todo lo conocido: cambié de ciudad, de amistades, cambié de sonrisa e, incluso, cambié mi precioso pelo largo por un corte de esos shorts y un tinte extravagante de los que mi madre nunca me dejaría usar. No sé, me dediqué a estudiar y a centrarme en mis cosas lejos de todas las drogas que pudiesen arrebatarme lo que había construido. De vez en cuando, salía por ahí con las chicas y bailábamos hasta el amanecer. Pero mi rutina cambió con él.

No recuerdo el nombre de aquel pub con luces de color azul y rosa en el que me crucé con él, pero era precioso. Era pequeño, colorido y tenía una música estupenda, pero, lo que más me gustaba de aquel sitio, era su terraza con vistas al mar. Acaba de terminar la selectividad y realmente estaba exhausta, pero decidí salir. Me merecía una noche de diversión después de la presión a la que me sometí semanas pasadas. Bailé, reí, conocí a gente y, en medio de la noche, cogí mi Coca-cola y corrí sin motivo alguno a mojar mis pies en el agua. Me pude tirar una hora allí, en la orilla con el vaivén de las olas acariciando mis pies mientras, tendida sobre la arena, miraba cada estrella tratando de ver las constelaciones que nunca conseguí ver.

Entonces, llegó él. Camisa blanca, pantalones piratas vaqueros  y zapatos náuticos. Un look ibicenco y veraniego de los de moda que, sinceramente, le iba genial con aquella barbita del día. Acababa de conocerlo, pero me regaló una de esas sonrisas que quitan el sueño y como si nada, nos tiramos la noche hablando. Él sabía de constelaciones y, por una vez, conseguí distinguir sus formas. La noche fue sobre ruedas, me inspiró confianza el chico y, hasta nos acompañó a mí y a mis amigas a casa. Los días siguientes seguimos quedando y me resultaba un tanto extraño que mis latidos aumentaran con su presencia. No sé, me sentía como cuando las caladas del cigarro llegaban al fondo de mi pecho. Creo que en ese momento supe que se convirtió en otra de esas drogas que me cegaban. Si estaba él, el resto del mundo no existía y, cuando no estaba, nada era igual.

Pasaron algunas semanas y Héctor, que así se llamaba el chico, cada vez me llamaba más. Nos sentíamos sobre las nubes cuando estábamos solos y sabíamos que nos hacía bien, así que, dejé que mi nueva droga me drogase día a día sin que lo supiese. Una noche, me invitó a tomar algo en el pub donde nos conocimos. Estuvimos allí durante horas entre risas, bailoteos y bromas. Cuando nos cansamos del ambiente, decidimos salir a tomar el aire fresco del mar. Esta vez, caminamos sin rumbo hasta que, de forma un tanto brusca, frenó el ritmo, agarró mi mano y me acercó a él. En ese momento, creí que me daría un infarto. Mis pulsaciones sonaban en mi cabeza, hasta sentía cómo subía la sangre con cada latido por mi cuello. Y, mientras yo me acosaba con preguntas y tratando de evitar mi adicción psíquica, me besó. Calló los gritos de mi mente y conseguí escuchar su silencio. En ese momento, mi boca, por sí sola, habló: “Me drogo contigo, sin ti, no es lo mismo.” Y, así, supongo que un tanto aturdido, se limitó a sonreírme y a seguir besándome. Fue el comienzo de lo que llegó a ser la consumición de algo a lo que todos suelen llamar “amor”.

~ Anabel Vaz. ~

lunes, 9 de mayo de 2011

En prosa o en verso.


Me superas con creces.
Saltas por encima de mí con un simple soplido.
Sin embargo, me quedaré ahí, quieta.
Si parpadeas, prometo no huír en cuestión de segundos.
A cambio, quiero una pequeña carcajada,
un leve beso lejano, una mirada callada
y un susurro de los que no dicen nada.
Parece poca cosa, pero, con eso, poco a poco,
irás siendo alba.
Alba, aurora de mi ser, que no quiere más que una pequeña parte
de lo que es mi alma.




~ Anabel Vaz. ~

martes, 3 de mayo de 2011

Así, sin más.

Que sí. No, mejor no… Bueno, no sé. Quiero gritar. La indecisión me puede y, al final, nunca hago nada. Hoy entre la indecisión de saludarlo o no, no he quedado más que como una tonta… En fin, menos mal que mi sub-normalidad dejó de ser un secreto hace tiempo. Es que soy de lo que no hay. En cierto modo, sé que le gusta que me haga la dura, no sé, como siempre tiene a las chicas a su alrededor, parece que, cuanto más paso, más le gusto.

El domingo pasado, hace a penas 3 días, mientras pasaba la tarde entre risas con mis amigas, nos llamaron él y sus amigos. Después de insistir y de suplicar a mis amigas para que se negasen, decidieron invitarlos. No sé, les parecía graciosa la situación cuando veían que el pobre chico trataba de ligarme sin conseguir resultado. Y entiendo que mi carácter es difícil, sin duda alguna, soy difícil. Si me complico yo misma la vida, ¿a quién no se la complicaré? Así que nada, llegaron los chicos y la tarde de chicas cambió por completo, lógico. Cada una a su bola y, para colmo, Roberto no dejaba de acosarme. Sí, era realmente simpático y me hacía reír con facilidad, pero odiaba que fuese sobando a cada chica guapa y que, encima, me tratase como a ellas. Y bueno, lo reconozco, eran celos, porque si la que le gusto soy yo, ¿a qué viene que esté a cada momento riéndole las gracias a las niñitas que van a por él? En fin, sabía que no me convenía y, por eso, pasaba un poco del tema.

La tarde terminó y continuó la noche. Los chicos seguían con nosotras y, la verdad, lo estábamos pasando de miedo. A medida que pasaban las horas, con alcohol en vena, los chicos hacían gracias con las que no podíamos parar de reír. Roberto, supongo que cansado, me dejó un poco de lado. No bebió ni gota de alcohol y se sentó junto a sus amigos. De vez en cuando, cuando con mis amigas reía al unísono o hacía la loca, me miraba con atención, pero, como de costumbre, evitaba su mirada y, en definitiva, me hacía la loca. 

Al final, se me hizo tarde, como siempre, y tuve que salir corriendo de allí hacia casa. Mientras corría sin parar con mis cascos puestos a todo volumen, un estúpido en moto no dejaba de pitarme. Así que, sin más, paré, me quité los cascos y, a gritos, le dije de todo. Su respuesta fue más silenciosa, se quitó el casco que ocultaba por completo su cara y, con una leve sonrisa, entre nerviosismo y rigidez, me invitó a subir para llevarme  a casa. Era Roberto. Genial, encima, quedo como una histérica. Pero bueno, ¿qué esperaba? ¿Una sonrisa y mi número de teléfono? En fin, acepté y hablamos como podíamos durante el trayecto a casa. Cuando llegamos, casi salté de la moto y, decidida, le di un beso en la mejilla. Aún no puedo creerme cómo, cuando me despegué de él corriendo, cogió mi cara con sus manos y me plantó un beso en los morros que, sinceramente, me dejó sin palabras. Me quedé de piedra. No supe decir nada, ni siquiera me quité. Simplemente, yo también le besé.

En el fondo, no había que decir nada. Aquel momento lo dijo todo. Y, aunque me había tirado todo el curso cortándole el rollo, ese momento seguro que le hizo saber la verdad. Pero bueno, a lo hecho pecho y hoy…, hoy aún no he conseguido volver a mirarle a la cara. El domingo me fui sin más, no le dije nada y, a pesar de que me llamase al móvil más de 10 veces en menos de una hora, no quise hablar con él. Tenía miedo, es más, lo tengo. Y bueno, aunque todos me conocen por mi gran valentía, con esto no puedo yo solita. Creo que le necesito a mi lado, que venga por su propia cuenta y que se quede sin que se lo pida. Sí, eso es, que sin más venga a por mí y, sin cruzar una sola palabra, me coja de la cintura y me lleve, con él, al fin del mundo.

~Anabel Vaz. ~

lunes, 2 de mayo de 2011

Disconnect.

Parece que mi mundo oscila armónicamente. Bajadas y subidas constantes en todos los ámbitos. Desde luego, hace ya tiempo que deseché la supuesta teoría de la montaña rusa porque lo mío parece ser algo más físico y predecible: un movimiento armónico simple. Y bueno, ahora empiezo a cuestionarme eso de “armónico” porque, la verdad, no inspira ni trae nada de armonía a mi vida; y eso de “simple” porque, cada día, me parece más complicado lo que me pasa.

Obviamente, esta forma de estar y, en definitiva, de vivir, no me gusta nada. Sinceramente, es un mal estar que mata. Definitivamente, mi vida parece desbordarse porque mis lágrimas no dan más de sí, sólo corren. Y es que tengo que reírme porque todo es demasiado cómico. Ayer tenía una vida perfecta y hoy…, hoy mejor no saber qué tengo. No siento más que miedo ante la tortura que me toca vivir. Poco a poco, voy sabiendo cuándo viene lo malo, pero cuando viene sin aviso…, entonces, no me queda más que llorar a ciegas del mundo.

Y hoy me tocó desconectar de todo. De mí, de ti, de mi vida, de la tuya, del mundo, de nuestro mundo y del de ellos. Sé que suena bastante cobarde pero ya no puedo más. Creo que necesito un poco de aquella marea que sube, quizás un poco de su aroma o, incluso, un poco de su arena. No sé, quizás sólo necesite perderme unos días y dejar de existir ante todo. Dejar de respirar hasta que este infierno de frío mármol deje de calarme por dentro. En definitiva, y según he consultado por ahí, hoy lo mejor es desaparecer. Después de todo, mañana será otro día.

~ Anabel Vaz. ~

lunes, 25 de abril de 2011

Que la sangre altera.

Hace meses que no quiero ver la calle. No sé, creo que tengo miedo al aire, al tiempo, a salir a un mundo relativamente nuevo y que su aroma se despegue de mí. Fue un tanto inoportuno como sucedió todo. Entrada ya la primavera, decidimos querernos ante todo y, aunque muchos nos decían que era causa del buen tiempo, nos centramos en nosotros y olvidamos las habladurías que todos montaban a nuestras espaldas. Poco a poco, sin darnos cuenta, se fueron sumando los días, las semanas y los meses a nuestras espaldas hasta que, sin previo aviso, el tiempo cambió su cara y nuestra base emocional comenzó, sin más, a desmoronarse.

Durante el buen tiempo, lo nuestro era de ensueño. Todos lo decían. No es que sea una charlona, no. De todos modos, nunca hubo una pelea entre nosotros pues no teníamos más que palabras bonitas, caricias, sonrisas y pequeños detalles que ambos apreciábamos tanto a la luz del sol como a la de la luna. Con respecto a esto, éramos polos opuestos. Él adoraba el día, el sol, el calor, la playa y el agua. Yo, sin embargo, prefería la oscuridad que envolvía el bosque, el aire que se levantaba y el fresco que con éste sentía. Pero, no nos preocupábamos de esto. Compartíamos cada minuto juntos, casi éramos inseparables, como dos siameses. El día lo pasábamos a su antojo y la noche al mío y, lo mejor, era la libertad que, a pesar de compartir cada momento juntos, sentíamos los dos. Éramos, exactamente, lo que todos llamaban polos opuestos y a lo que al unísono solíamos responder: “los polos opuestos se atraen.”, y reíamos. En realidad no sólo nos diferenciaba esa leve circunstancia, personalmente, él era sensato, tímido y tenía amigos que contaba con una sola mano. Y, por el contrario, yo era una loca empedernida, sin vergüenza alguna y de esas personas que encajaban en cualquier parte.

Así que, como ya he dicho, lo nuestro era pura compenetración en perfecto estado y siempre estábamos a gusto. Pero, cuando pasó el buen tiempo, en vez de recrearnos en eso de “al mal tiempo buena cara”, comenzamos a tirarnos prácticamente los platos a la cabeza. Y bueno sí, a lo mejor, aceleré el proceso cuando lo mandé literalmente a la mierda. Pero es que me hizo daño. No sé, así, sin más, después de pasar días y días preciosos, no podía dejar de quererme. No sé, eso no pasa de un día para otro. Quizás había otra. Quizás dejó de gustarle mi sonrisa o, quizás, aborreció la perfección. También era posible que prefiriese ser libre totalmente o, incluso, quería dejar de sentir una locura tan estúpida como la mía. Bueno, en realidad, siempre dijo que odiada mi sana locura pero esa no me la podía quitar de encima nadie. Creo que es gran parte de mi esencia. Pero, sin duda alguna, espero la llegada de la nueva primavera, es decir, del buen tiempo que lo traiga de nuevo, ilusa.

Estoy a finales de abril y, aunque el tiempo parece no estar de buenas, aún no he conseguido ni un mísero toque suyo. Sólo espero que vuelva a sentir que “le altero”, como la primavera pasada, y que, esta vez, acabe adorando mi locura. Al menos sé que no olvidó lo nuestro, un amigo en común hace poco me dijo que él aún se acordaba de mí. Espero que no sea otra invención de las suyas, sino, cuando llegue el buen tiempo, me tocará volver a por él. Sí, eso haré.

~ Anabel Vaz. ~

jueves, 21 de abril de 2011

Inclinaciones.

Últimamente mi vida parecía retorcerse. No sabía bien el porqué de mis acciones pero, como nunca me lo había preguntado, pensé que era lo normal. Continuaba riendo y llorando sin sentido, desahogándome. Y decidí, sin darme cuenta, correr riesgos innecesarios pero que, igualmente, me hacían sentir bien. Vivía de un lado para otro y miraba a cada desconocido con cara de niña buena y, si me llegaba a gustar demasiado, hasta le guiñaba un ojo mientras le sonreía. A veces, si el chico tenía desparpajo y le gustaba, se me acercaba con cara pícara aunque, claro, la cosa sólo se quedaba en unos piropos y menos de media hora de risas sinceras y desenvueltas.

Obviamente, a pesar de que adoraba sentirme como una loca sin ataduras, no deseaba pasarme el resto de mi vida mirando a desconocidos para no conseguir nada, quiero decir que, si lo hacía, era porque deseaba que alguno fuese lo más parecido a un “para siempre”. Sí, “para siempre” entre comillas porque, de otra cosa no, pero de esto sé un rato y el para siempre sin comillas nunca existió en mi mundo. Por eso y más, aunque tuviese el mayor miedo del mundo a sentir algo demasiado grande para mi corazón, corría el riesgo de sentirme envuelta en llamas al mirar a alguien. Quizás era mi mayor deseo, pero nunca evité mis tentaciones. Quizás seguía a raja tabla lo que mi gran amigo Aquino defendía en su pensamiento: “el bien es lo que todos apetecen”.

Y bueno, como él dice, todo fin persigue un bien y, por tanto, mis fines son, esencialmente, un bien. Y si el bien es todo aquello que siguen nuestras inclinaciones naturales, ¿por qué yo iba a dejar de seguirlas? Así que, desde antes de conocer esto, actuaba como ahora. Evidentemente, sin soportes intelectuales, pero ahora tengo justificación. Sin embargo, hay quien pensará que estoy ciega y, bueno, no lo niego porque me gusta la ceguera si me hace ver las cosas positivas de algún modo u otro. Por eso mismo, seguí sintiendo como me gustaba: con mi locura por delante hasta encontrarle.

A pesar de que los días parecían ser iguales día tras día, un día tuve suerte. Mi mirada consiguió una mirada diferente. Quizás era normal, pero a mí me atravesó de lleno. Y, en realidad, me sorprendió que esa mirada fuese de las más cercanas a mi vida, de las más conocidas en mi mundo y que nunca me hubiese fijado en ella de esa forma. No sé, quizás me pilló con la guardia baja; quizás siempre la vi de esa forma y nunca quise enfrentarla. Pero sí, ahora es diferente, casi me río del leve recuerdo de nuestras miradas ciegas.

Y ahora, siguiendo nuestros instintos, al menos por mi parte, caminamos de la mano. Amigos, amantes o novios. Bueno, que nos llamen como quieran porque como siempre, haré lo que me diga mi instinto. Hoy, de la mano; mañana, de la cintura; pasado, ni lo toco; el otro, dios dirá. Pero hoy, mañana y pasado sonreiré de igual modo cuando lo mire a los ojos. Pero eso sí, ahora, que me llamen ciega con razón porque, sin razones aparentes, actúo a ciegas. Ahora, soy ciega por gusto.


~ Anabel Vaz. ~

jueves, 14 de abril de 2011

Roto.

Anoche comencé a sentirme como hacía años que no me sentía. Siempre pensé que los cambios a lo largo de la vida no tenían pasos hacia atrás. Me equivocaba. Así que, me tomé la noche como si fuese un reto, me mantuve en vela y pensé durante toda la noche en cosas que casi ni recordaba. Reí en silencio, lloré por dentro y me desgarré el alma reviviendo el pasado.

De madrugada, sentada sobre la cama, las cuatro paredes de mi cuarto empezaron a ceder creando una presión imposible de soportar. Empecé a pensar que estaba loca. Mis manos temblaban y casi salté de la litera al suelo huyendo de allí. Corrí por el pasillo, eufórica pero sin gritar, y me escondí en la esquina más escondida de la casa. Allí pasé el resto de la noche, a oscuras y tartamudeando, diciendo cosas que nunca terminaba.

Mis ojos fríos y secos dejaron de parpadear y allí acurrucada parecía un fantasma envuelto en piel muerta. Pero su imagen estaba allí presente, sentado en la silla más alejada de mí, observándome. Parecía arrepentido. Me miraba con pena y, de vez en cuando, se levantaba e intentaba acercarse. Pero mi cuerpo actuaba por instinto y se refugiaba entre mis brazos. Ni siquiera le miraba a los ojos, me dolían. Así que, ante los sobresaltos que daba, se volvía a sentar, lejos, y me miraba. Mi cuerpo, sin embargo, continuó sintiendo frías y dolorosas punzadas en la espalda. Y, a pesar de que la escarcha en la que se convertían mis lágrimas era insufrible, prefería no cerrar los ojos ni un segundo porque su imagen haciéndome daño se apoderaba de mí y casi sentía que tocaba la muerte con mis dedos.

En realidad, mis lágrimas no llegaban a caer. No quería darle el placer de ver cómo aún sentía sus caricias y besos que ocultaban aquella última batalla. Aún siento, muy a su pesar, como su mano retorcía mis brazos y me lanzaba al suelo entre gritos que terminaban en carcajadas de borrachera. Que llore, que sufra en sus adentros. Quiero que se sienta miserable, como me hizo sentir a mí aquel día. Estúpido incrédulo que se cree que puede tener todo cuanto se le antoja… Y es que, parece mentira que prometiese tanto y la cagara de tal forma en unos míseros minutos. Y lo peor; lo peor fue que se fuera y me dejara allí tirada en el suelo llorando; que sin ningún pudor se fuese sin mirar una sola vez atrás y que, encima, volviese al día siguiente con un maldito ramo de flores y una sonrisa en la cara.

En fin… Y ahí estaba, sentado como si fuese el chico más bueno del mundo y, a pesar de su cara de ángel, es el único capaz de aparecer en mis pesadillas. Sus ojos me queman y lo sabe. Continuaba con su táctica, sabía que soy débil y que poco a poco podría acercarse de nuevo y acariciarme. Pero ya no tenía ganas de sentirle. Prefería el frío mármol que sujetaba mi cuerpo aunque me recordara más a la lápida de mi muerte que a la vida que aún podría vivir.

En el fondo, sabía que se estaba desmoronando, como yo. Se lo merecía. No todo puede salir como él quiere. Siempre tuvo cuanto quiso y se propuso y, ahora, ahora que me tenía, consiguió alejarme de él de tal forma que jamás conseguirá tenerme de nuevo. Porque me da igual ser débil, cuando esté apunto de recaer en sus redes, huiré. Seré la presa que más deseará, porque cuando intente agarrarme, cuando casi pueda tocarme, huiré de nuevo y no podrá más que verme de lejos y añorar todo lo que le di y que él se quitó a sí mismo. Así que, espero que se sienta equivocado, que piense lo contrario de lo siento: que no le quiero. Así, espero, también, que cuando  vuelva a tocarme, si es que lo hace, sienta un calambrazo que lo atonte. Sí,  que sufra, aunque no tenga ni punto de comparación con lo mío.

~ Anabel Vaz. ~