miércoles, 16 de febrero de 2011

Supervivencia.

Coger aire profundo y dejar de respirar. Un leve intento de suicidio neural. Mi cabeza da vueltas, si abro los ojos los objetos se mueven; si los cierro, aparecen luces de colores que me  marean. La cabeza me pesa, me duele el pecho y mis labios y nariz luchan por abrirse y conseguir vida. Y, aunque mi cuerpo quiera luchar, seguir viviendo; mi mente se resiste a mis impulsos de supervivencia. Prefiero ser racional y que, con ayuda de mi fuerza psicológica, poder dominar lo físico. Pero no. En eso se quedó la cosa. Mi cuerpo cobró doble vida y el cuádruple de fuerzas. Consiguió abrir paso a la vida, coger aire y exhausta me quedé sobre el suelo frío de la habitación.


Me duele todo el cuerpo, mi cabeza parece drogada y un dolor punzante en las sienes no deja relajarme. Y el dolor  parece apoderarse de todo: mis ojos, mis brazos y mis pies. Todo me pesa y nada responde a los estímulos que me llegan. Maldita vida que llevo a cuestas y parece que no cesa con su peso sobre mis hombros. Cada día la cuesta se inclina más y de nada sirven mis intentos de perder mi vida de vista. Un hasta mañana me sirve de consuelo, un día sin ser yo, un día despreocupada, un día libre.

Y quiero olvidarme del miedo, no quiero sentirme vulnerable, frágil. Quiero fuerzas, y perder la sensatez. Parece estúpida mi forma de hacer las cosas, pero mi vida no es nada del otro mundo. No me da pena decirlo y me gusta estar en situaciones límites. Que mi vida penda de un hilo, el saber que en cualquier momento se me puede ir la vida. Y disfruto con esto porque sólo quiero vivir cada segundo como si fuese el último. Y no tengo miedo a la muerte. Mi único miedo es que llegue la hora; quizás hoy, mañana, pasado, en cualquier momento…; y que no haya hecho nada que merezca la pena. Nada que destaque sobre el resto al menos ante tus ojos.

Nada es más importante para mí que sentir tu mirada a mis espaldas. Y me gusta tenerla encima, sentirla, que me duela el desgaste. Sentir que existo, que pausas tus ojos en algún momento y me miras. No siento miedo, ni la vergüenza cobra vida en mis adentros cuado sé que me tienes en cuenta. Y si en algún momento florece el miedo en algún lugar desconocido no me hará a sentirme mejor, sólo me traerá las fuerzas necesarias para no verme débil. Porque es obvio que me retuerzo cuando te siento, que me tiemblan las rodillas y piernas. También es obvio que lo notas, lo sabes y lo ves con tus propios ojos; pero no sientes pudor y, en cierto modo, te gusta saberlo. Y como sé que lo que no te mata te hace más fuerte, yo me siento así: fuerte. Y mi ignorancia sobre tus sentimientos no podrá conmigo ni me comerá por dentro. Porque tengo fuerzas, dureza y capacidad suficiente como para controlar mis ánimos y sentirme siempre del mismo modo: feliz, feliz por ser así y robar, poco a poco y sin que te des cuenta, tus miradas.

~ Anabel Vaz. ~

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