Desperté como cada mañana. Me deslicé entre las sábanas aún frías por tu ausencia y cuando me di la vuelta para abrazarte como cada mañana me topé con la peor de las sorpresas… Faltabas. Faltaba la más diminuta flor, la esencia de mis días, aquella a la que prometí y regalé todo cuanto tenía. Se fue, era real la pesadilla que creía que vivía cada día al despertar. Esperaba que mi vida fuese contraria: el sueño de cada noche, contigo, mi realidad; la vida y el tormento de cada día, sin ti, mi pesadilla más temida. Y no. Estaba confundida del todo. La contrariedad de mis días comenzó a contradecirse en mis adentros.
Mi locura sin cordura, ésa, resultó ser sensata. Tenía un fin, un único sentido: tu risa, tu persona. Y no me da miedo decirlo, te quiero. Voy a construir un mundo contigo y sin ti. Parece difícil, lo sé, pero trato de perder de nuevo mi cordura y volver a conseguir mi sonrisa. Mi promesa seguirá firme: nadie me quitará mi sana locura, ¿recuerdas? Nadie podrá robarme la sonrisa. Son promesas y, como todas mis promesas, las cumplo.
Y seguiré aprendiendo de todo lo que me rodea. Y no importa que me resulte difícil porque yo, con mi seguridad y dureza, me río de lo difícil y construyo sobre lo imposible. Sin base ni contención será fuerte: una muralla que construiré de nuevo con tiempo, mi coraza, mi caparazón. Aquella que destruí con tu ayuda, cariño, pero no olvides que aprendo rápido y que recuerdo paso por paso cómo quitamos cada pieza. Y con paciencia y amor, mi coraza será reconstruida. Porque las lágrimas en mi vida ya no tendrán cabida. Ya no pienso llorar más porque las verdaderas lágrimas no son las que caen de los ojos y resbalan por la mejilla, sino aquellas que duelen en el corazón y resbalan por el alma. Que las apariencias engañan y no todo lo que parece perfecto y feliz lo es. Tras una preciosa sonrisa, quizás sólo haya un mar de lágrimas.
~ Anabel Vaz. ~
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