viernes, 30 de diciembre de 2011

La noche es oscura y fria y no cae ni un maldito copo de nieve en esta ciudad que pueda darle color al mundo. Sí, es navidad y en mi maldito humor de perros se nota. Ni una maldita luz y muchas risas. Sonrisas que no dejan de matar mi amor propio. Y es que sus ojos parecen clonarse porque todos se los han comprado. No sé ni lo que digo. Siento…, siento que me duele el pecho. Creo, creo que… que me duele el cuerpo entero. Sí, es eso. Sus ojos me siguen igual que su maldita sonrisa que se ríe de mí. Y me mareo. Pero no pienso caer. Soy fría, más que la nieve y el cristal. Dura como una piedra y lo aparento. Quiero silencio. Mejor así, puedo respirar aunque no aire… El tabaco de aquel hombre que sale del bar a fumar acaba de azotarme la cara. Vaya asco. Compras, y más compras. Bebidas y alcohol, mucho alcohol. Fiestas y música. Gente que se arregla y no piensa compartir su vida con alguien especial este año.

Llego a casa y ahí está él. Supongo que bebe como siempre, para qué cambiar… Parece que ha cambiado su cerveza por una copa de whisky solo. Por supuesto, es navidad. Me espera como siempre, ahora parece más animado, parece que se ha calmado, que me quiere. Sus ojos brillan como a mí me gusta. Está guapo. Los gritos de antes no irían en serio o, simplemente, ya se le ha pasado todo. Sí, es eso, me ha comprado una rosa… Tonto. Sabe de más que me encanta pero que no soporto sus gritos subidos de tono… Pero es que me sonríe y me puede. Me tiene en sus manos. Me abraza y me susurra que me quiere… Me sienta en la mesa se arrodilla y se disculpa… Feliz navidad, te quiero.- añade. Sonríe y me deslumbra… Sí, feliz navidad y quiéreme. Quiero que me quiera, que se pierda en mi pelo y mi piel… Que me quiera.

~ Anabel Vaz. ~