sábado, 26 de febrero de 2011

Lo de siempre.

Como cuando te toca la silla que cojea para un examen. O cuando necesitas un gran apoyo y te toca la mesa rota. Como cuando nada parece ir bien e intentas ver algo bueno. Como cuando cada día te despiertas mirando al pasado… Con faltas, la ausencia de algo, así: coja.

Y así te sientes cuando pronuncias sin saber porqué un te quiero que se escapa travieso por tus labios. Y a continuación viene el miedo al rechazo, al silencio. Y es que resulta difícil decir las cosas pero cuando se escapan sientes un alivio que pocas veces te alegra. Te estremeces, ¿angustia? Quizás, porque ya lo sabe, no hay vuelta atrás. Y como siempre te enseñaron: a lo hecho, pecho. Silencio que pausa el tiempo. Dos segundos que parecen minutos. Cabeza agachada y una lágrima que se aproxima al abismo de tu lagrimal. Corres, huyes sin saber la respuesta. Pero no importa porque no viene detrás, malo. Es una mala respuesta.

Te quema algo por dentro, quieres llorar. Te lo pide el cuerpo y, sin embargo, no eres capaz de derramarlas. Y ahora duele más, notas las lágrimas fantasmagóricas caer por tus mejillas. Susurras al viento y todos parecen no escucharte. Y sientes que te desgarras por dentro pero, en cambio, aparece de nuevo. Miedo. Tu cuerpo ya no siente. Los golpes encallaron tu corazón y por mucho que quieras sentir, compartir…, tu cuerpo no responde. Besa, ríe, razona, habla… pero no siente. Ya nada te hace daño por dentro sólo tú eres la única capaz de hacerlo y, por mucho que intentes abrir tu corazón, la coraza de hierro se niega; y aunque luches, por mucho que el hierro al calor sea débil, la coraza no deja pasar un sólo sentimiento. Hay miedo, mucho miedo, y lo callas para ti. Así, en silencio, quizás duela menos.

Y es que ya no te queda de otra más que de salir corriendo. Libre. Porque sólo así consigues volar por unos segundos en los que tus pies no tocan el suelo. Porque quieres alcanzar el cielo y es evidente que alcanzar el cielo con los pies sobre la tierra no es fácil. Y nacen pequeñas alas que te ayudan a alcanzar tus metas. Y es ahí, lejos del suelo, donde llegas a otro mundo donde el recuerdo es permanente porque olvidar nunca se te dio bien. Y si él te manda a olvidarlo más te viene vuestra historia a la mente, porque te es difícil olvidarle si cuando empiezas a hacerlo se te olvida el olvido y empiezas a recordarle. Parece que una sólo vive del recuerdo, del pasado y, sobre todo, de él.
~ Anabel Vaz. ~

miércoles, 23 de febrero de 2011

Un respiro.

Ambiente perfecto de soledad compartida. Manos en la nuca, relajación y, sobre el césped de aquel bosque colorido, elevas el pecho en busca de olores divinos. Observas cada milímetro del infinito cielo azul lleno de leves manchas blancas, casi transparentes, que empañan sin control la imagen. Aves que vuelan y tratan de esconderse tras las translúcidas nubes. Sol de enero con brillo inmaculado cual luz del mes de julio.

Detrás, una cascada de vértigo recogida en aquel pequeño lago de agua cristalina y tibia. Peces alegres de infinitos colores que iluminan cada esquina de aquel pozo sin salina. Un elevado número de plantas preciosas que aprovechan sus nutrientes para conseguir sus metas. Y, aún más animalillos hay que con vitalidad animan la estampa con sus juegos. Los saltos de los conejos, el canto de los pájaros, el leve aleteo de las mariposas, los pasos del pequeño ciervo, el susurro de los grillos…

Y es que dejas de describir el paisaje y aún encuentras más motivos por las que tienes aquello como el mejor lugar, porque lo mejor de aquel sitio no es sólo su escena, sino algo que sólo existe allí cuando le parece y apetece. Y hoy le parece estar ahí, contigo, a tu derecha; ajeno a tus pensamientos que no son más que suyos. Ajeno a lo que lejos de allí sucede, ajeno a todo lo que le hizo daño en su día.

Y hoy decidió compartirlo contigo, como quizás mañana lo haga con otra; pero hoy, sólo hoy, por ahora, te tuvo en cuenta. Cerca, a su izquierda, quieta, con mil preguntas en la cabeza, respirando, captando todos los detalles para luego recordar el momento, con un deseo…, ahí te encuentras. Compartiendo tu día, regalándoselo porque sí. Robándole, en cambio, su tiempo. Compartiendo su aire, regalándole caricias. Ofreciéndole cariño y, sobre todo, haciéndole saber sin decir nada que lo es todo. Y hoy, al menos por tu parte, se sentirá como nunca; porque hoy, y mañana si él quiere, el regalarás todo lo que te pida y lo que a ti te apetezca.

~ Anabel Vaz. ~

domingo, 20 de febrero de 2011

Amor post mortem.

Tu vida continúa siendo una línea estable en la que no existe ningún cambio. La rutina es el día a día y tus vivencias no cambian de un día para otro. Y cuando miras a tu alrededor todo es conocido, cotidiano; todo lo conoces como la palma de tu mano. Caminas al encuentro de algo diferente: un tropezón, un desliz, algún detalle que cree una diferencia ante tanta igualdad. Y es que ya todo te provoca la misma impresión, te da alegría todo lo que ves y sientes, pero no sólo de eso se vive. Y quieres amor, quieres ser egoísta y que sólo una persona te dé a ti, sólo a ti, su amor; y se lo quieres pagar desgastando tu propio amor, regalándoselo porque simplemente te apetece.

Amor. En la Real Academia Española define a este sentimiento como un sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear. Y lees esto y casi te sale una carcajada desde lo más hondo de tu ser. Porque sí, ese amor existe y es realmente precioso vivirlo y compartirlo. Porque cuando existe una persona a la que realmente quieres y, de forma mutua, decidís tener algo, compartir alegrías, males y crear una historia, te sientes realizada.

Pero, por otro lado, ¿y si hablamos del amor que sientes por alguien al que ni siquiera has visto ni conocido? ¿El amor por alguien del que sólo conoces meras historietas repetitivas y que apenas se sostiene con una foto de baja calidad? Pues bien, este amor ciego se presenta como el más fuerte que jamás has podido vivir. Desde lo más hondo del corazón un sentimiento fuerte nace y florece situándose casi en el centro y que ocupa un volumen que impresiona; porque si de la nada puede nacer tal sentimiento, ¿quién nos dice qué podrá nacer de algo que sintamos, conozcamos y que, sobre todo, podamos compartir cara a cara? Y es que resulta difícil de comprender para quienes no puedan sentirlo por suerte o desgracia. Y el único nombre de este amor, el único por el que todos lo conocen, es amor fraternal; un amor que sientes por aquellas personas, bueno, mejor dicho, familiares que no llegaste a conocer y que, sin embargo, quieres como si hubieses vivido con ellos cada segundo de tu vida. Porque, en cierto modo, siempre los has sentido cerca, has soñado con ellos: sus besos, sus abrazos y, sobre todo, sus palabras de amor y de apoyo. 
~ Anabel Vaz. ~ 

miércoles, 16 de febrero de 2011

Supervivencia.

Coger aire profundo y dejar de respirar. Un leve intento de suicidio neural. Mi cabeza da vueltas, si abro los ojos los objetos se mueven; si los cierro, aparecen luces de colores que me  marean. La cabeza me pesa, me duele el pecho y mis labios y nariz luchan por abrirse y conseguir vida. Y, aunque mi cuerpo quiera luchar, seguir viviendo; mi mente se resiste a mis impulsos de supervivencia. Prefiero ser racional y que, con ayuda de mi fuerza psicológica, poder dominar lo físico. Pero no. En eso se quedó la cosa. Mi cuerpo cobró doble vida y el cuádruple de fuerzas. Consiguió abrir paso a la vida, coger aire y exhausta me quedé sobre el suelo frío de la habitación.


Me duele todo el cuerpo, mi cabeza parece drogada y un dolor punzante en las sienes no deja relajarme. Y el dolor  parece apoderarse de todo: mis ojos, mis brazos y mis pies. Todo me pesa y nada responde a los estímulos que me llegan. Maldita vida que llevo a cuestas y parece que no cesa con su peso sobre mis hombros. Cada día la cuesta se inclina más y de nada sirven mis intentos de perder mi vida de vista. Un hasta mañana me sirve de consuelo, un día sin ser yo, un día despreocupada, un día libre.

Y quiero olvidarme del miedo, no quiero sentirme vulnerable, frágil. Quiero fuerzas, y perder la sensatez. Parece estúpida mi forma de hacer las cosas, pero mi vida no es nada del otro mundo. No me da pena decirlo y me gusta estar en situaciones límites. Que mi vida penda de un hilo, el saber que en cualquier momento se me puede ir la vida. Y disfruto con esto porque sólo quiero vivir cada segundo como si fuese el último. Y no tengo miedo a la muerte. Mi único miedo es que llegue la hora; quizás hoy, mañana, pasado, en cualquier momento…; y que no haya hecho nada que merezca la pena. Nada que destaque sobre el resto al menos ante tus ojos.

Nada es más importante para mí que sentir tu mirada a mis espaldas. Y me gusta tenerla encima, sentirla, que me duela el desgaste. Sentir que existo, que pausas tus ojos en algún momento y me miras. No siento miedo, ni la vergüenza cobra vida en mis adentros cuado sé que me tienes en cuenta. Y si en algún momento florece el miedo en algún lugar desconocido no me hará a sentirme mejor, sólo me traerá las fuerzas necesarias para no verme débil. Porque es obvio que me retuerzo cuando te siento, que me tiemblan las rodillas y piernas. También es obvio que lo notas, lo sabes y lo ves con tus propios ojos; pero no sientes pudor y, en cierto modo, te gusta saberlo. Y como sé que lo que no te mata te hace más fuerte, yo me siento así: fuerte. Y mi ignorancia sobre tus sentimientos no podrá conmigo ni me comerá por dentro. Porque tengo fuerzas, dureza y capacidad suficiente como para controlar mis ánimos y sentirme siempre del mismo modo: feliz, feliz por ser así y robar, poco a poco y sin que te des cuenta, tus miradas.

~ Anabel Vaz. ~

domingo, 13 de febrero de 2011

El comienzo.

No entiendo cómo el caos puede causar tanta felicidad. No saber nada y entender todo. No conocer a nadie y reconocer todos y cada uno de los gestos de cada uno. Me gusta no saber qué hacer e ir por ahí, de un lugar a otro. Como un torbellino, sin un camino en mente. Cambiante, sin un lugar definitivo. Andar y tropezar. Querer, desear, sentir con fuerzas, rozar sin sentir nada, tener frío y calor, sudar, sentir miedo, llorar y reír a la vez, no encontrar el sentido a las cosas, callar y gritar

Y aquel día decidí pisar fuerte. Trataba de hacerme notar y pasar desapercibida a la vez ante la gente. Quería sentirme yo misma, feliz, alegre. Como cuando te vi aquel día acercándote poco a poco con una sonrisa en la boca. Pensando. Y fue entonces cuando lo comprendí del todo. Que lo nuestro sólo fue un cruce corto que trajo alegrías y dejó madurez. Que nuestros ojos hablaban poco no porque no supieran qué contar, sino porque no había nada que decir. Y el resto no importa nada porque quedó escrito con tinta indeleble y transparente sobre mi piel. Y como de costumbre, empecé a recordar.

Son de esos recuerdos que quizás ni viví pero deseé hacerlo como cualquier pequeñazo desearía conocer a su ídolo. Y me viene a la cabeza una imagen que apenas duró unos segundos. El primer recuerdo nuestro, nuestro primer encuentro. Llegaste como si nada. Y uno por uno fuiste saludando, te abriste paso y cuando llegó mi turno ya habías conseguido que me fijase al cien por cien en ti. Con fuerza acariciaste mi punto de equilibrio. Rozaste mi cintura y mi cuerpo tambaleó cayendo sobre tus brazos. Quedé como la torpe que no sabe ni sostenerse sola, pero conseguí robarte una sonrisa y algún que otro segundo demás al conocerte. Y parece estúpido que piense así. Pero sin querer conseguí llamarte la atención. Porque el día que llegabas y no estaba preguntabas por mi. Porque en aquel tropiezo tonto quizás sentiste algo, como yo. Algo raro, sin definición pero que gustó

~ Anabel Vaz. ~

martes, 8 de febrero de 2011

Mi cama vacía.

Anoche cerré los ojos y me vino tu imagen a la mente. Anoche, mientras trataba de coger el sueño, apareció tras la persiana de mis párpados tu imagen nítida. Todo parecía tan real entre mis sábanas… Di vueltas como si nada, dormida, compartiendo sueños contigo de forma imaginaria. Y escuchaba tu voz, sentía tus caricias, el tacto de tu cuerpo…, y, ahora que lo pienso bien, quizás sólo eran las sábanas frías de mi cama que me amarraban de algún modo a la realidad. Quizás se unió con las ganas que tenía de vivirlo y la imaginación tomó las riendas de aquel momento.

Desperté como cada mañana. Me deslicé entre las sábanas aún frías por tu ausencia y cuando me di la vuelta para abrazarte como cada mañana me topé con la peor de las sorpresas… Faltabas. Faltaba la más diminuta flor, la esencia de mis días, aquella a la que prometí y regalé todo cuanto tenía. Se fue, era real la pesadilla que creía que vivía cada día al despertar. Esperaba que mi vida fuese contraria: el sueño de cada noche, contigo, mi realidad; la vida y el tormento de cada día, sin ti, mi pesadilla más temida. Y no. Estaba confundida del todo. La contrariedad de mis días comenzó a contradecirse en mis adentros.

Mi locura sin cordura, ésa, resultó ser sensata. Tenía un fin, un único sentido: tu risa, tu persona. Y no me da miedo decirlo, te quiero. Voy a construir un mundo contigo y sin ti. Parece difícil, lo sé, pero trato de perder de nuevo mi cordura y volver a conseguir mi sonrisa. Mi promesa seguirá firme: nadie me quitará mi sana locura, ¿recuerdas? Nadie podrá robarme la sonrisa. Son promesas y, como todas mis promesas, las cumplo.

Y seguiré aprendiendo de todo lo que me rodea. Y no importa que me resulte difícil porque yo, con mi seguridad y dureza, me río de lo difícil y construyo sobre lo imposible. Sin base ni contención será fuerte: una muralla que construiré de nuevo con tiempo, mi coraza, mi caparazón. Aquella que destruí con tu ayuda, cariño, pero no olvides que aprendo rápido y que recuerdo paso por paso cómo quitamos cada pieza. Y con paciencia y amor, mi coraza será reconstruida. Porque las lágrimas en mi vida ya no tendrán cabida. Ya no pienso llorar más porque las verdaderas lágrimas no son las que caen de los ojos y resbalan por la mejilla, sino aquellas que duelen en el corazón y resbalan por el alma. Que las apariencias engañan y no todo lo que parece perfecto y feliz lo es. Tras una preciosa sonrisa, quizás sólo haya un mar de lágrimas.

~ Anabel Vaz. ~

lunes, 7 de febrero de 2011

Perceptible.

A veces parece que nada es sensible. No notas nada a tu alrededor, ni el viento ni la lluvia fría, ni un poco de calor ni el roce de las hojas al caer sobre tu piel. El agua del grifo cada mañana sobre tu cara: fría, transparente, insípida… Nada. Nada parece existir realmente en tu mundo. Sales a la calle; quizás la que no exista seas tú misma. Andas pensativa y sonríes para dentro. Ríes en silencio, carcajadas con resonancia en tu interior con eco. Y sin más, porque te apetece, decides pederte como cuando solías huir sola con tus cosas a otra parte. Corres y cuando decides parar, cierras los ojos y vuelves a sentir como cuando todo tenía un único sentido. Brisa fresca con aire salado, sonidos de olas que van y vienen, suavidad y frialdad bajo tus pies, humedad hacia el frente, risas de fondo, un atardecer que empieza a mostrarse como cada día con un toque de distinción.


Tomas asiento ante tal preciosidad que te regala el mundo. Observas la más preciada estampa para ti. Y la compartes con quién se atreva a ver mas allá del sol de siempre escondiéndose tras el horizonte. La compartes con quién tenga tiempo, paciencia y amor hacia la belleza de lo simple y cotidiano. Y caes rendida ante todo lo que tienes y deseas. Te tumbas y sientes que vuelves a estar viva. Tus sentidos vuelven en sí y te gusta. Y entre tímidas sonrisas te retuerces del placer que, con sólo saber que vives, te produce el cuerpo. El mejor privilegio del mundo y que viene de regalo en el pack de tu vida: el placer.


Y es entonces, cuando piensas en esta palabra: “placer”, cuando tu cabeza, llena de recuerdos y rebosante de imaginación, comienza a crear lo que significa eso para ti. Un beso suave que crea mariposas en tu estómago, un susurro inesperado que te asusta por cercanía, una caricia que te eleva hasta el cielo… Un momento en el que os encontrabais a solas: silencio, sonrisas tiernas, cosquillas, roce, besos, palabras, comentarios, abrazos, tonterías… Y me gustaba sentir entonces las millones de cosas que sentía y se pasaban por mi cabeza. Y me encanta seguir pensándolas y sentirlas aún como si las viviera en este momento porque todo lo vivido con sentimiento se queda con nosotros y con su recuerdo la sentimos en nosotros. Porque todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia, pero el tiempo en nuestros recuerdos no existe y allí los momentos viven siempre.


~ Anabel Vaz. ~

sábado, 5 de febrero de 2011

Tierno y dulce sabor a tí.

Sumérgete en tu mundo. Cierra los ojos y abre la ventana que te enseña resumidamente tu vida. Observa tu alrededor y empieza a soñar. Olvida los malos recuerdos, atraviesa los caminos recorridos y continúa recto hasta encontrarlo. Pausa su imagen y estúdiala a fondo: bonitos ojos negros con traviesas pestañas que juegan a crear un abanico perfecto; bonita nariz que medio se esconde de todo; bonita boca de labios perfectos que esconden la más preciosa sonrisa y que, por desgracia, con pocos comparte; bonitas orejillas que, aunque pequeñas, escucharon mi vida con atención; bonito cuello tenía de inmaculado color piel que, como bonito era, bien perfumado iba; bonito su cuerpo de bonitos pectorales que lucía… y una infinidad de bonitas cosas que sin querer él escondía.


Descuida un momento su imagen y céntrate en su todo. Chico de simpatía agradable, lleno de risas y alegrías; de gran corazón y sin miedo a ser él mismo; atento como pocos y cariñoso como ninguno; con buenas maneras y sin inconvenientes a la hora de ayudar; gran amigo de sus amigos y mejor enemigo del mundo; y mil sentimientos que gritaba y otros tantos que ni veía.


Recuerda. Recuerda vuestros momentos: cada encuentro juntos; cada beso que sin pedirlo te regalaba; los mejores susurros que te dijeron al oído; cada caricia que sin miedo te hacía; el descaro con el que a veces te trataba; las frases que dolían y sin más él te decía; el dolor que te producía sin ni siquiera saberlo en su día.


Comienza a crear tu nueva historia que, aunque no sea real, te alegrará un rato la vida. Alza la vista y descubre las estrellas, el horizonte te espía con sigilo, la luz de la luna suaviza el tacto de la arena, la brisa ondea tu pelo suelto y escuchas su respiración que, ahora despierto, empieza a captar tu aroma… Te agarra de la cintura y tú, que estabas sentada, acabas tumbada a su lado entre sus brazos. El desastre más tierno… Tus pelos revueltos entre la fría arena, la toalla llena de arena, un frío que recorre tu piel y el fuego más intenso que te llega con su mirada. Una sonrisa desde arriba, otra desde abajo. Un beso simple, otro complejo, el siguiente aún más complejo… Risas revoltosas, cosquillas sin fin, hormigueo sobre la piel, mordiscos en tu oreja y silencio de fondo.


Bonita estampa aquella que sin miedo juntos hacíais fuerais donde fuerais. Poco queda ya de aquello pero te encanta recordar y crear… Amar, amar y, por si te quedas con ganas, volver a amar. Un dulce sueño con dulce sabor a tu boca.


~ Anabel Vaz. ~