miércoles, 29 de junio de 2011

I wanna have...

Hoy no quiero hacer nada. Sólo quiero derrochar horas mirando el cielo que sostengo con mis pies en alto y gozar de la arena caliente que soporta mi peso en carga. Quiero escuchar las risas y alejarme un poco del llanto y las lágrimas. Quiero correr, disfrutar y conocer un poco lo que es sentirse libre como el viento, dejar que el aire me despeine y mojarme con agua congelada. Quiero velocidad y volver a despeinarme; reír y seguir despeinándome; besar y despeinarme… Quiero tener agujetas de reírme en la cara y no borrar mi sonrisa por nada. Quiero sentir, bailar y cantar, volverme loca y abrazar al mundo, saltar y tocar el cielo, jugármela y ganar, perder los estribos y morderle los labios. Quiero nadar, perderme, gritar, andar sola, observar, oler flores… Quiero ponerme el vestido más veraniego que tengo en el armario y vivir a mi aire, no sé, creo que hoy, mañana, y lo que queda de verano, será a mi aire y lo pienso compartir.


~ Anabel Vaz. ~

martes, 28 de junio de 2011

Pequeñas cosas.

Normalmente, el miedo nunca se apodera de mí. Mi madre suele compararme con algo parecido al hormigón y a la piedra dura sin sentimientos. Supongo que esa es la imagen que doy puesto que poca gente opina diferente a ella respecto a mí. Pero no me importa, porque si lloro en la ducha es porque no quiero ni sentir las lágrimas caer por mi cara; si lloro en la cama es porque no quiero ni verme en ese momento la cara; y si doy esa imagen, es porque no quiero aparentar lo contrario... Y bueno, suelo ser fuerte y cumplo, generalmente, eso de "no derrumbarse ante la adversidad" pero, he de decir, que no me gusta parecer una de esas personas sin alma que sólo ocupan un poco de espacio material. En el fondo tengo algo que late con fuerza, aunque no se oiga. Pero no voy a mentir, según algunas de las cosas que hago y digo, suelo pensar en esto, no sé, realmente, parece que no soy de carne.

En esos momentos en los que cuestiono la existencia de un poco de sentimentalismo en mí, pienso en sus besos y en la cantidad de lágrimas que malgasté en su día. Recuerdo cómo aspiraba su aroma para evitar que se me olvidara o cómo lamía su boca con tal de que se riera con esa cara de asco que ponía seguidamente... Y es que quizás sea eso lo que me falta, un poco de aquello que alejé de mi vida, tampoco estoy segura de decirlo así, de vez en cuando, no pienso que lo "alejé", simplemente pienso que derroché tanto mis ganas de sentir, que se agotaron hasta mis reservas... Pero bueno, sigo viviendo, por tanto, concluyo que, al menos, alma tengo. Y, respecto al corazón, con sentir que late, sinceramente, me basta porque aún, cuando me acerco al chico que ahora me gusta, noto como se acelera a ratos y, aunque mis lágrimas parezcan inexistentes, puedo calificar su presencia y sus besos instintivamente como lo hacía antes, no sé si me explico, pero tampoco pretendo explicarme mejor.

Tirando un poco del tema, no suelo afirmar la existencia del amor, supongo que, a base de palos no sólo se aprende sino que también se abren los ojos y, eso, es lo que me pasó a mí. Pero, en mi caso, soy de las que tiene que tropezar varias veces en la misma piedra para eso o, al menos, esa es la sensación que me da a mí, y, por eso, continúo a ciegas buscando el amor en el que creía y que ahora doy por perdido bajo el letrero de "poca fe". Y, a pesar de todo, soy de las que le gusta ir de la mano de alguien y no mirar más allá de lo que los pies de ambos pisan; soy de esas que si le quitan un mechón de pelo de la cara con cuidado, sonríe de oreja a oreja y se sonroja; de las que, con las manos entrelazadas, un pequeño apretón con caricias puede significar mucho; de las que opina que, de vez en cuando, un mirada lo dice todo; y, sobre todo, de las que creen, a ciegas, contra la lógica y sin querer, en que la música de las películas pueden sonar dentro de nosotros... Aunque claro, eso lo dejo junto a la pequeña fe que aún me queda entre tantas palabras.

~ Anabel Vaz. ~

viernes, 17 de junio de 2011

Playa y amor.


Me encantaba el verano. El sol siempre nos iluminaba en el camino y nuestros besos se hacían aún más calientes… Normalmente, nos metíamos en el agua como locos y allí nos abrazábamos durante un buen rato. Yo cerraba los ojos, me enmudecía y olía su colonia camuflada bajo el leve paño de la brisa marina. Él y yo, el resto del mundo no existía. De vez en cuando, recorría su cuello con besos salados, otras veces, le besaba directamente en la boca; pero lo que más me gustaba era, cuando su respiración era pausada, alejarme de él con un empujón e intentar darle una ahogadilla. Siempre me cogía con fuerza y me zambullía en el agua como un loco mientras nos reíamos y, si me mosqueaba porque se pasaba de fuerza o algo por el estilo, me cogía de las manos, de la cintura y poco a poco me metía en el agua inclinándome hacia atrás para darme un beso de esos de película bajo el agua. Y bueno, allí, bajo el agua, jugaban nuestras manos y piernas… Me encantaba cuando cogía todas las algas posibles y me las acercaba a la cara porque me daban asco, no sé, supongo que como luego las tiraba lejos y me daba un beso diciéndome lo graciosa que me ponía, no me enfadaba demasiado.

En seco, me gustaba tomar el sol a su lado. Volvía a cerrar los ojos y dejaba que el ambiente me llenara. Si estaba aburrido siempre me hacía cosquillas por el brazo o me besaba sin desenfreno; si estaba haciendo algo, que normalmente leía, me encantaba escuchar cómo pasaba las hojas con delicadeza o, cuando por el calor, no dejaba de moverse y cambiar de postura. Adoraba cuando me daba crema por la espalda y, al terminar, me besaba en el hombro, también cuándo se lanzaba sobre mí y no dejaba de hacerme cosquillas o, cuando sin más, me cogía en peso y me llevaba al agua a la fuerza para bañarnos… Me encantaba pasear de su mano por la orilla, tocarle los pelos mojados, besarle y que fuese salado, comer de su helado, dibujar paisajes mientras me acariciaba…

Por la noche, solíamos mirar las estrellas con un poco de la música que tenía en el móvil, nos besábamos en la orilla del mar y hablábamos sobre cualquier tema. De vez en cuando, hacíamos locuras y nos bañábamos a oscuras, incluso, nos perdíamos en el bosque si nos cansábamos del mar. Algún que otro día, solía venir con un ramo de flores que acababa de coger, las mojaba un poco por los pétalos y me las daba con una sonrisa radiante. También nos íbamos de fiesta y bailábamos sin parar, muy cerca, mucho más cerca de lo que algún día puede imaginar, y si nos íbamos solos, lejos del mundo, me llevaba al lugar más solitario y bonito, donde las damas de noche y su aroma eran los únicos que nos veían, y, entre las pequeñas flores, enredaba sus manos en mi pelo mientras me besaba y acariciaba gran parte de mi cuerpo.

Y así, mi definición de verano cambió radicalmente con él, no sé, en cierto modo, me encantaba perder el tiempo entre sus brazos… En fin, me gustaba el verano, me sigue gustando. Me gusta él (tú, concretamente, si lo estás leyendo y te das por aludido), el mar, el agua, la sal, los helados y los besos bajo las estrellas. Te quiero a ti, y un verano que nos acompañe. Tú, yo, y resto, del mundo, que se detenga.

~ Anabel Vaz. ~

lunes, 6 de junio de 2011

De corazón a corazón.


Siempre escribo las cosas para que no se me olviden. Tengo mala memoria. Sin embargo, las cosas que quiero hacer saber siempre las digo a la cara porque me parece que hacer frente a lo que puedan causar tus palabras es algo que necesariamente ha de hacerse. Pero hoy, como me conozco, uso el papel no para dibujar, ni crear belleza. Hoy, el destino de este papel digital es mero desahogo. Hace ya años que no lloro y eso me rompe por dentro. Lloré de tal forma, desesperada, con agonía, que mis lágrimas dejaron de existir. Mis ojos son el puro desierto. La desertización se apoderó de ellos y, supongo que como consecuencia, mis labios quedaron secos. Pocas veces sonrío porque las grietas que tengo en los labios sangran sin control y, la verdad, es una sensación bastante… ¿cómo decirlo? ¿Dura? No importa, ustedes sabréis de qué calificarlo.

Fueron sus ojos los que, con su mirada de desprecio, rompieron en mil pedazos mi  vida. Traté durante meses  reconstruir cada latido de mi corazón pero me di por vencida cuando, quizás por un golpe de suerte, conseguí ver que mis intentos serían erróneos si, antes, no borraba aquel momento de mi mente. Obviamente, empecé de cero, pero su rostro lo tenía grabado a fuego en mi esencia. Y, así, como si de un trocito de papel se tratase, un soplo de viento se llevó mi corazón lejos. No sé cómo pudo, la verdad, porque estaba destrozado completamente y, con la cantidad de agujeros que tenía, es ilógico que pudiese ser arrastrado por el viento. Pero bueno, nada es imposible pero sí improbable y sólo eso es suficiente para que algo suceda.

Y es que es increíble como a veces cerramos los ojos esperando no ver nada. Es increíble cómo, es cuestión de segundos, pasan miles de imágenes por tu cabeza cuando piensas en lo que es felicidad dándole el significado que para cada uno sea. Y es que a mí son las pequeñas cosas las que me alegran cada día. Esas pequeñas cosas que día a día me hacen sentir mil sensaciones de las que no me canso. Pequeñas cosas, a veces, insignificantes que parecen ser invisibles para cualquiera y que para mí forman un todo. Su sonrisa de tonto, su risa, sus ojos, la manera en la que respira… Todo en su conjunto forma la más perfecta obra… No sé, supongo que el viento volvió a traerme el corazón con él. Quién sabe, quizás él lo haya buscado y me lo ha traído de vuelta. Me siento… feliz. Así es, sí, feliz.

- ¿Me quieres?
- Te quiero. – Responde siempre con aire, al menos, de sinceridad, de corazón. Y me lo creo. 


~ Anabel Vaz. ~