sábado, 16 de julio de 2011

Supongo que el mundo a las cuatro de la mañana no está parado aunque lo parezca porque el reloj que cuelga de la pared me acompaña con un tic-tac sonoro y con ritmo. Supongo, también, que, a pesar de la oscuridad del cielo, las estrellas existen. Si embargo, tus ojos no quedan más que reflejados en una foto que apenas se ve con claridad, tus manos ya no son notables, no las siento, como tampoco siento tu amor. Ya mi ropa no huele y mi nariz no te recuerda... Por otro lado, mi mente sitúa tus manos sobre mí con suavidad provocando, prácticamente, lo mismo que tu presencia me producía. Casi puedo palpar tu rostro entre mis manos como solía hacer y sentir tus labios húmedos. 


Quiero que te vayas lejos, muy lejos, vete. Necesito no verte la cara nunca más. No quiero sentir nada de ti, ni siquiera quiero odiarte. La indiferencia tampoco me basta porque no quiero percibirte, quiero que no existas en mí. Comprende que huiré y evitaré tu presencia a toda costa, que tu mirada me repugna y que si me tocas tendré la necesidad de limpiar a fondo mi piel por si me contagias con cualquier cosa que tengas. No quiero recuerdos que estorben.


Aún no entiendo porqué te fuiste sin avisar ni cómo tuviste la cara de destrozarme para intentar volver una semana después de haber hecho un poco de todo... No sé, supongo que te sobre-valoraba, en fin, "cariño" ojalá la vida te pague con otra moneda. Olvida mi cara, mi risa, mi sonrisa, mi voz y mis manos, olvida que existo y que nací un día. Mi existencia acabó con tu fuga y, por tanto, para ti nunca fui nada. Hoy por hoy confirmo que jamás te conocí.


~ Anabel Vaz. ~

miércoles, 13 de julio de 2011

El pasado, pasado está.

Mientras los rayos solares abrasan notablemente mi piel y declaran la guerra a mi cuerpo dotado de pocas defensas, mi cuerpo recuerda su peso sobre mí y, aunque doliese a veces, he de decir que sentir sus huesos clavándose en mi piel me hacían sentir bien. Poco a poco, no sólo porque el calor calara en mi piel, acariciaban mi cuerpo pequeñas gotas de sudor que me hacían brillar al sol. Su cuerpo calaba dentro, muy dentro de mí; y su sonrisa hería aún más las llagas de mi alma. Mi confianza era nula en el amor y, cuando pensaba en ello, temía, aún más, sentir algo parecido a lo que sentí y que pudiese traerlo de nuevo. Pero ni por esas consigo huir del maldito mundo que nos une. Poco a poco mi cabeza vuelve a traicionarme creyendo en algo que no sé por dónde coger, que me queda grande. 

Pero me gusta. Me gusta él, sentirle cerca, muy cerca. Me gusta sentirle al tacto, saborearlo y que me estruje en el suelo con su peso. Me gusta su olor y que me atraiga, que me roce con su dedos y se ría. En fin, parece que el amor es un laberinto de esos que, en realidad, no tienen salida. Y me pierdo. Me pierde él y el pasado es sólo eso, pasado. ¿Lo mejor que me ha pasado? Pues eso, que el presente lo comparto. Así pues, la cosa se queda así: Pasado, eres lo mejor que me ha pasado.

~ Anabel Vaz. ~