sábado, 5 de marzo de 2011

El comienzo.

Mantener la mente en blanco. Una situación un tanto bochornosa ante sus ojos. Su sonrisa, el horizonte que consigues divisar al fondo del lago de sus ojos… Loca. Así te hace sentir, estúpida y tonta. Vuelves a sonreír sin gracia pero angelicalmente. Una mirada tonta que se te escapa y sonrojas sin control, no importa, sigues igual, como siempre, mostrando tu mejor tú. Ríe y calla a tus sentimientos. Hazle sentir bien y respira. Respira porque ahora te sientes viva, con él, compartiendo vuestro tiempo. Solo vosotros, el viento y las agujas del reloj que marcan el ritmo de vuestro encuentro.

Llegas a casa, cierras la puerta de tu habitación y te dejas caer sobre ella hasta resbalar y quedarte sentada en el suelo. Sola, de nuevo. Sonríes, respiras, aunque ya no su aroma, y ríes. Cierras los ojos y lo ves a la perfección. Aquellos ojos que te miraban sin decir nada pero que sin querer, o queriendo, se llevaron con él los tuyos; aquella boca que no dejaba de hablar y de la que sólo querías probar su aliento; aquellas manos que no paraban de gesticular y que sólo en tus sueños pasean por tu piel; su voz; su risa… Él. Tú. Tú y él. En sueños, mejor dicho, en tus sueños. Buen día, cariño, gracias.- querrías haberle dicho. Suspiras y sigues en silencio mientras el reloj sigue haciéndote recordar cada segundo que pasa.



Suena el móvil. Rebuscas en el bolso que aún llevas colgado en tu hombro y consigues alcanzarlo con dificultad. La pantalla al ritmo que marca tu canción favorita, la vuestra, que tienes como tono de llamada te muestra entre pequeños parpadeos de luz su nombre. Nerviosa, tratas de acertar con la tecla de llamada y hablas.
-          ¡Hola! ¿Qué pasa? - pronuncias con tono de sorpresa.
-          Hola. Te llamaba porque quería decirte algo… - No dejas de sorprenderte y empiezas a ponerte nerviosa.- ¿Sabes? Esta tarde me ha gustado estar contigo… Sí, ya sé que acabamos de vernos hará apenas una media hora, pero sólo quería que supieras que me ha encantado estar contigo.
-          ¡Ah! ¿En serio? – No sabes qué decir.
-          De verdad, y me gustaría repetir. Si quieres claro.
-          ¡Por supuesto! – Dices sin pensarlo. - Cuando quieras.
-          Perfecto. ¡Gracias! Espero verte pronto. Un beso, cielo. – Y cuelga.

No dejas de sorprenderte. Se apaga la pantalla del teléfono y pulsas cualquier tecla para ver si la llamada fue real. Registro de llamadas, su nombre, sí. Su última palabra: cielo. Su llamada. Todo te viene de improviso, por sorpresa. Te gusta. Te das cuenta. Quizás le gustes. Quizás pronto comience a ser algo. Quizás pronto aparezca a tu lado y se quede para siempre. Quizás sólo dure el tiempo que el reloj os deje. Quizás sólo tengas que ilusionarte, al menos un poco, de nuevo; como antes.
~ Anabel Vaz. ~

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