Odio. Nunca supe su significado ni quiero conocerlo. Jamás sentiría tal cosa por nada ni nadie más que por mí. Porque si alguna persona merece ser odiada desde mi punto de vista, desde lo que a mi me toca, tendrá su perdón. En cambio, en lo que a mi respecta que me odien quien lo sienta y pueda sentirlo. Mi ser. Yo misma. Con sentimientos, pocos, revueltos, inseguros y difíciles de comprender. El único que sobre sale: el miedo. El único que no existe: el odio. El único que me hace sentir vulnerable: el amor. Y nunca estuve hecha para esto. Yo nunca quise sentirme así. Por eso huía, por eso me escondía, por eso me protegía. Pero a la hora de la verdad, hoy, ¿de qué me sirve huir de lo que me da miedo si ya lo tengo en el cuerpo? ¿Si ya huí y lo sigo llevando aquí adentro?
Lo confieso como la más estúpida niñita que mete la pata a cada momento. Tengo miedo de todo lo que el amor influye en mí. Pero quiero- repito: QUIERO- sentirlo; contigo, conmigo, a mi lado, lejos de aquí: a tu lado. Donde sea, pero lo quiero.
~ Anabel Vaz. ~
No hay comentarios:
Publicar un comentario