lunes, 7 de febrero de 2011

Perceptible.

A veces parece que nada es sensible. No notas nada a tu alrededor, ni el viento ni la lluvia fría, ni un poco de calor ni el roce de las hojas al caer sobre tu piel. El agua del grifo cada mañana sobre tu cara: fría, transparente, insípida… Nada. Nada parece existir realmente en tu mundo. Sales a la calle; quizás la que no exista seas tú misma. Andas pensativa y sonríes para dentro. Ríes en silencio, carcajadas con resonancia en tu interior con eco. Y sin más, porque te apetece, decides pederte como cuando solías huir sola con tus cosas a otra parte. Corres y cuando decides parar, cierras los ojos y vuelves a sentir como cuando todo tenía un único sentido. Brisa fresca con aire salado, sonidos de olas que van y vienen, suavidad y frialdad bajo tus pies, humedad hacia el frente, risas de fondo, un atardecer que empieza a mostrarse como cada día con un toque de distinción.


Tomas asiento ante tal preciosidad que te regala el mundo. Observas la más preciada estampa para ti. Y la compartes con quién se atreva a ver mas allá del sol de siempre escondiéndose tras el horizonte. La compartes con quién tenga tiempo, paciencia y amor hacia la belleza de lo simple y cotidiano. Y caes rendida ante todo lo que tienes y deseas. Te tumbas y sientes que vuelves a estar viva. Tus sentidos vuelven en sí y te gusta. Y entre tímidas sonrisas te retuerces del placer que, con sólo saber que vives, te produce el cuerpo. El mejor privilegio del mundo y que viene de regalo en el pack de tu vida: el placer.


Y es entonces, cuando piensas en esta palabra: “placer”, cuando tu cabeza, llena de recuerdos y rebosante de imaginación, comienza a crear lo que significa eso para ti. Un beso suave que crea mariposas en tu estómago, un susurro inesperado que te asusta por cercanía, una caricia que te eleva hasta el cielo… Un momento en el que os encontrabais a solas: silencio, sonrisas tiernas, cosquillas, roce, besos, palabras, comentarios, abrazos, tonterías… Y me gustaba sentir entonces las millones de cosas que sentía y se pasaban por mi cabeza. Y me encanta seguir pensándolas y sentirlas aún como si las viviera en este momento porque todo lo vivido con sentimiento se queda con nosotros y con su recuerdo la sentimos en nosotros. Porque todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia, pero el tiempo en nuestros recuerdos no existe y allí los momentos viven siempre.


~ Anabel Vaz. ~

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