domingo, 20 de febrero de 2011

Amor post mortem.

Tu vida continúa siendo una línea estable en la que no existe ningún cambio. La rutina es el día a día y tus vivencias no cambian de un día para otro. Y cuando miras a tu alrededor todo es conocido, cotidiano; todo lo conoces como la palma de tu mano. Caminas al encuentro de algo diferente: un tropezón, un desliz, algún detalle que cree una diferencia ante tanta igualdad. Y es que ya todo te provoca la misma impresión, te da alegría todo lo que ves y sientes, pero no sólo de eso se vive. Y quieres amor, quieres ser egoísta y que sólo una persona te dé a ti, sólo a ti, su amor; y se lo quieres pagar desgastando tu propio amor, regalándoselo porque simplemente te apetece.

Amor. En la Real Academia Española define a este sentimiento como un sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear. Y lees esto y casi te sale una carcajada desde lo más hondo de tu ser. Porque sí, ese amor existe y es realmente precioso vivirlo y compartirlo. Porque cuando existe una persona a la que realmente quieres y, de forma mutua, decidís tener algo, compartir alegrías, males y crear una historia, te sientes realizada.

Pero, por otro lado, ¿y si hablamos del amor que sientes por alguien al que ni siquiera has visto ni conocido? ¿El amor por alguien del que sólo conoces meras historietas repetitivas y que apenas se sostiene con una foto de baja calidad? Pues bien, este amor ciego se presenta como el más fuerte que jamás has podido vivir. Desde lo más hondo del corazón un sentimiento fuerte nace y florece situándose casi en el centro y que ocupa un volumen que impresiona; porque si de la nada puede nacer tal sentimiento, ¿quién nos dice qué podrá nacer de algo que sintamos, conozcamos y que, sobre todo, podamos compartir cara a cara? Y es que resulta difícil de comprender para quienes no puedan sentirlo por suerte o desgracia. Y el único nombre de este amor, el único por el que todos lo conocen, es amor fraternal; un amor que sientes por aquellas personas, bueno, mejor dicho, familiares que no llegaste a conocer y que, sin embargo, quieres como si hubieses vivido con ellos cada segundo de tu vida. Porque, en cierto modo, siempre los has sentido cerca, has soñado con ellos: sus besos, sus abrazos y, sobre todo, sus palabras de amor y de apoyo. 
~ Anabel Vaz. ~ 

No hay comentarios:

Publicar un comentario