miércoles, 6 de abril de 2011

Silencio.

Siempre me dijeron que el miedo era algo natural y que, aún así, debía evitarlo.  Que, ante todo, siempre debía sonreír. Que lo que no te mata te hacía más fuerte. Que a lo hecho, pecho. Y que, aunque no me guste algo, tratase de ver la parte buena. Y ahora me pregunto qué puedo sacar de bueno en el miedo y me respondo: fuerza, voluntad, madurez y risa. Porque, ahora, me río de lo que me asusta, como si tratase de ocultarlo bajo la estupidez y las carcajadas del miedo. Me siento estúpida cuando al escuchar “miedo” no pienso en pesadillas ni otras cosas que me producen pánico. Cuando escucho “miedo” pienso en él.

Es un miedo encantador. Temblores que recorren mi cuerpo cuando sé que está cerca, cuando pienso que en poco tiempo estaré a un palmo de él y, por tanto, a otro del cielo. Sudores fríos, escalofríos que hielan mi cuerpo mientras la más cálida llama me derrite por dentro. Que mis rodillas den de sí y se aflojen con sólo mirarle. Petrificarme ante sus ojos que miran atónitos cada movimiento que hago y revisan milímetro a milímetro mi rostro pálido. Y es que me quedo muda por primera vez, callada, como la más tímida niña del parque. Y, quizás, no me enmudezca el miedo, sino las ganas de compartir el silencio más bello.

Silencio. Y le llevo al más bello y silencioso lugar del mundo, allí donde la luz  penetra firme en los huesos y donde el único sonido existente es el aire lejano. Silencio, pongo mi dedo entre sus labios- shh. Y lo llevo al extremo de sus sentidos. Hago que cierre los ojos y escuche en silencio: pálpitos, pulsaciones y latidos de dos corazones que desbordan sangre caliente; aire, suspiros y dos respiraciones a descompás; gestos, sonrisas a ciegas que se hacen notar… Quiero que conozca el sonido de una caricia y es por eso que deslizo la yema de mis dedos por su brazo haciendo que se le ericen los pelos, así conocerá otro de mis sonidos preferidos. No pienso dejar de hacerlo, sentirle, a él y él a mí. Dejaré que mis dedos corran el maratón de su cuerpo y pienso ganar; llegaré a la meta, que son sus labios, y, allí, cogeré mi premio, en silencio. Besos, más besos y sus ecos. Sonidos, sonidos y más sonidos. Mi música preferida: la nuestra.

~ Anabel Vaz. ~

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